“Navegar es preciso; vivir no es preciso”, es una línea de Fernando Pessoa que alude a la necesidad de recorrer y explorar el tiempo creador de la vida por sobre todos los tiempos que la componen. El proyecto que cuenta este texto tiene una naturaleza de esencia navegante con todo y argonautas. El pasado mes de noviembre la artista Nancy Nowacek vino como invitada para cerrar el CCS Forum 2015 y a realizar una residencia artística en Backroom Caracas y con el apoyo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. La Nave/-Ship es el proyecto que por muchos meses se estuvo planificando en reuniones con colaboradores, los arquitectos Khristian Ceballos, Daniel Otero y Mawarí Núñez, del colectivo ADJKM, Valentina Caradonna de Enlace Arquitectura, Stefan Gzyl de Central Arquitectura y Ricardo Sanz. Los viernes a media mañana se citaban alternando entre oficinas mientras que Nancy, desde Nueva York, mandaba y comentaba las ideas. Los retos desde la etapa germinal fueron muchos. Sin embargo, la intención se mantenía: crear un dispositivo que reformulara los espacios donde confluimos y detonar nuevas las interacciones en él.

 

Nowacek creó un proyecto cuyo título no contenía de manera inocente el sufijo anglosajón “-ship”, pues nos remite a palabras como “friendship” (amistad), “companionship” (compañerismo), o “fellowship” (hermandad). Así sugería, desde su estado nominal, que La Nave/-Ship era una propuesta de arte participativo. Fue diseñada, construida y puesta sobre las calles desarrollando la intención colaborativa de la artista. Desde su diseño, un equipo de individuos estuvo involucrado. Tuvo su base en la comunidad que se creó con los arquitectos, los estudiantes del taller, el equipo de Backroom y con los habitantes y transeúntes de las plazas por donde transitó y se detuvo el artefacto. En palabras de Claire Bishop, la participación forma parte de una narrativa más extensa que atraviesa la modernidad: “art must be directed against contemplation, against spectatorship, against the passivity of the masses paralyzed by the spectacle of modern life” [1]

 

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A medida que se acercaba la fecha que llegaría Nowacek, se definía el proyecto y se recolectaban los materiales de desecho que donaron para la construcción. Abierta la convocatoria, muchos estudiantes escribieron interesados. Acudieron a la invitación de una forma que transparentó la avidez de una población que para la fecha y el ahora de escritura de este artículo, tenían paralizadas sus universidades. Vinieron de la UCV, USB, FAU Barquisimeto y la Santa María. Para poder ser admitidos, solo debían escribir un párrafo constatando por qué tenían que ser parte de la nave. Algunos de ellos mencionaron la urgencia por crear, aprender y vivir una experiencia de arte. El viernes 6 de octubre, el equipo se citó en la Plaza Bolívar de Chacao para conocerse y compartir las primeras directrices.

 

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© Florencia Alvarado

 

Taller

Nancy Nowacek llegó a Caracas el lunes 2 de noviembre. El punto de encuentro esta vez era el lugar que dio cobijo a la etapa de construcción: la fábrica Smith-Falchetti, de Gisela Smith y Enrique Méndez quienes generosamente prestaron sus espacios y sus herramientas e incluso se involucraron en el trabajo manual. Nancy abrió con una presentación sobre arte y espacio público, proyectando sus imágenes en las paredes desnudas del taller. Ese abreboca explicativo preparaba al grupo de estudiantes de arquitectura, diseño y arte de diversas universidades nacionales a pensar en lo que pronto empezarían a construir con las manos.

 

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© Vladimir Marcano

 

Las jornadas empezaban con un juego para estudiar la estrategia que activaría la nave durante su recorrido y al estacionarse en las plazas. Para Nancy Nowacek, el deporte es una parte fundamental de su trabajo. Entrena casi a diario para preparar su cuerpo a las tareas físicas que su obra involucra. En una de sus piezas, recorre la ciudad de Nueva York con unas plantas a cuestas. Su cargamento voluminoso no pasa desapercibido. Se monta en el metro, en buses, camina, se detiene, pregunta por una dirección y en el proceso las personas se le acercan a ayudarla. Otras simplemente la contemplan con extrañeza. ¿Qué tenía pensado detonar a su paso Nancy Nowacek con La Nave/-Ship por las calles de Caracas?

 

El grupo de estudiantes fue dividido según sus destrezas. Unos se organizaron para diseñar, otros para analizar las estrategias de interacción del dispositivo y otros para construir. En todo momento, los arquitectos estuvieron presentes. Quien visitara la fábrica durante esa semana vería un espacio tomado por estudiantes en situaciones inusuales. Una fila de morrales colgaban de unos ganchos donde suelen ir herramientas, muchachas taladraban, jóvenes desarmaban mobiliario para su próxima vida como nave, líderes naturales dirigiendo, otros haciendo registro fotográfico… Incluso algunos repartían café y trozos de tortas que gentilmente nos regaló Franca Coffecakes. Entre todos, se formaba una sinergia protagonizada por la artista, los arquitectos profesionales y nuestro equipo. En la historia de los argonautas griegos, la nave fue bautizada Argo en honor a su constructor, Argos. En la historia de estos viajantes tal cosa no es posible debido al trabajo colectivo. La Nave/-Ship es una obra de coautoría.

 

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© Vladimir Marcano

 

El taller de construcción tomó todos los pisos de la fábrica, abajo: en el espacio de carpintería, el arquitecto Daniel Otero supervisaba y guiaba a los estudiantes. Arriba, en el área de ensamblaje, un joven soldaba con experticia. Su nombre es Kleyver y sabe dominar el fuego. Las chispas salían de su zona de trabajo con acrobacia controlada. Otro grupo terminaba de concretar el diseño. Khristian Ceballos, arquitecto, también apoyaba y orientaba a los estudiantes en la construcción. Gaëlle Smits, quien dirigía la producción de la experiencia, colaboraba y supervisaba todas las tareas. Resultaba imposible no emocionarse al ver a tantos jóvenes de apenas rozando los veinte asumiendo el trabajo manual de manera aguerrida y entusiasta. Mucho jean impregnado de aserrín y pintura. Era notable además la complicidad entre estudiantes de la misma universidad que no se conocían y que tenían en este taller una oportunidad para intercambiar habilidades, entablar una relación de colaboración y despertar incluso el roce romántico.

 

Una de las primeras y constantes preocupaciones fue cómo hacer rodar la nave por las calles del Municipio Chacao. No había suficiente presupuesto para comprar ruedas. Entonces el equipo recicló unas y construyó otras. Tras ensayo y error, la nave resultó en un efímero dispositivo para jugar al béisbol en las calles. Fue diseñado y hecho para armarse y desarmarse en dos alas emulando la geometría de un campo de béisbol. Las dos alas se desprendían y eran trasladadas de manera independiente. Estas a su vez servían como compartimientos para guardar las herramientas del juego: pelotas, bates, fichas de puntuación, etc. También ahí se guardaban las gradas ideadas para involucrar al transeúnte en el rol de espectador. He aquí una acentuada refutación: el dispositivo alentaría el dinamismo en la convención del espectador. Sabemos que en las gradas de los juegos es mucho lo que pasa.

 

Se terminó el taller de construcción y el viernes en la tarde, los participantes montaron las piezas en un camión que la trasladaría hacia el Municipio Chacao. Al otro día, temprano en la mañana, se terminaría de armar antes de empezar a jugar y salir a su recorrido.

 

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Conferencia

 

Mientras sucedía la construcción en el taller y la nave cobraba cuerpo en la fábrica Smith-Falcetti, Nancy dio su conferencia en el marco de CCS FORUM 2015. La artista que corría en zapatos de goma por todo el espacio, asesorando y dirigiendo el proyecto, la misma que emulaba un juego de béisbol en la calle de la fábrica para alentar al equipo, estaba ahora frente a un público de trescientas personas que habían acudido a escucharla hablar de su trabajo. Las imágenes no fueron proyectadas con la nitidez que pedían, pero mucho fue lo que agitó el paseo que hizo por su obra. El cuerpo humano y la gente siempre está involucrada en sus proyectos. Es claro que para Nancy Nowacek el arte es un proyecto social. Cerró conversando sobre el proyecto que estaba gestándose a unos pocos kilómetros de ese auditorio, donde tantos estaban obrando en comunidad llevados por el ímpetu de la creación y el reclamo del espacio público por donde transitan.

 

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© Florencia Alvarado

 

Recorrido

 

El equipo terminó de armar la nave en la Plaza Bolívar de Chacao. Ahí estaba, en el centro, con su mástil reciclado y su bandera izada. Sus símbolos: el juego, la nave y un rayo que cae para descargar y recargar los campos energéticos. Los elementos fueron escogidos para resumir la esencia del aparato. Poco a poco llegaron los estudiantes, fotógrafos, aliados del equipo de Cultura Chacao y amigos que venían a darnos su apoyo. Los niños del vecindario no resistieron ver los balones de neón aún guardados en la nave y se dieron permiso para tomarlos y jugar al fútbol entre ellos. Nosotros contemplábamos la escena cuando el telón estaba a punto de levantarse: había expectativa por ver funcionar el dispositivo, pero el alcalde no llegaba para inaugurar la experiencia y los niños querían jugar a otro juego que no se había planteado, mientras unos drones sobrevolaban la plaza buscando ángulos como insectos con hambre.

 

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© Vladimir Marcano

 

En la espera, los participantes empezaban a cantar para hacerse sentir y animar a los vecinos:

 

–¡¿Quiénes somos?!

 

¡El futuro!

 

–¡¿Cómo vamos?!

 

–¡En La Nave/-Ship!

 

–¡¿Qué queremos?!

 

–¡Jugar béisbol!

 

–¡La Nave…!

 

–¡Ship!

 

–¡La Nave…!

 

–¡Ship! ¡Ship!

 

Después de una foto grupal, Nancy dio la orden del playball. La nave fue desplegada en el centro de la Plaza Bolívar de Chacao para lograr su modalidad de nave interactiva. Se sacaron los implementos del juego y las gradas fueron puestas para darle la bienvenida a los espectadores. Las muchachas alentaban a los vecinos para que se involucraran. Los niños eran los primeros en aceptar la invitación, aunque venían tímidamente hasta la zona del pitcher. ¿Y cómo no sentir algo de timidez ante un aparato desconocido? Quien viera a simple vista no iba a tener idea de lo que estaba sucediendo. La nave, desde las primeras instancias que detonó el juego, pedía que el transeúnte se detuviera para determinar lo que pasaba. Una vez que los niños se daban cuenta que era un juego bastante impredecible de béisbol, se involucraban y hacían fila para batear. Los estudiantes cubrían las bases y marcaban la puntuación. Pero la dinámica no se limitaba a eso, las bases se movían por todo el lugar. Si el jugador venía a primera base, era probable que esa persona saliera corriendo y que el jugador terminara persiguiéndolo. La gente reía a carcajadas ante tal inusitado desarrollo. La Serie del Caribe tendría que tomar ejemplo de semejante picardía.

 

El alcalde Ramón Muchacho llegó cuando ya habíamos comenzado a jugar. Pensamos que diría unas palabras de aliento y ánimo según su protocolo. Él nos dio permiso para transitar por las calles que teníamos pautadas en el recorrido, por lo que esperábamos su visita y visto bueno. Llegó directo al bate. Se involucró inmediatamente con la interacción colectiva. Frente a él estaba su equipo de prensa listo para retratarlo con su indiscutible candidez. No hay duda que el abrazo del alcalde para con este proyecto fue necesario, pero eso no implica que no debamos sostener una mirada crítica ante lo que ocurre. Fue un instante de campaña en que el arte participativo se enfrenta al cuerpo político que se apropia de él para pregonar por un arte que mejora la vida de todos.

 

Que el arte mejore o no mejore la vida de las personas es un debate que el arte contemporáneo ha heredado. Hoy en día, los expertos en el área se mantienen divididos. La tensión que produce dicho debate tiene por un lado a quienes apoyan que el arte participativo o social debe mejorar la vida o aligerarla –haciéndose cargo de algo que no pudo resolver la institución, y por otro lado a quienes sustentan una respuesta sensible ante la obra de un artista. Parafraseando a Bishop: en este estadio de la discusión, la ética es insignificante porque se entiende que el arte pone en tela de juicio el sistema de valores, incluso morales, trazando nuevos lenguajes con los que sería posible representar y cuestionar tales contradicciones sociales.

 

El discurso social critica del arte su falta de moral e ineficiencia en representar las cosas que aquejan al mundo, mientras que el arte acusa al discurso social de estar inmerso en categorías preexistentes donde solo hay espacio para micropolíticas y no prevalece la libertad creadora. Uno aboga por el cambio social y otro por las libertades del individuo. “Art’s relationship to the social is either underpinned by morality or it is underpinned by freedom”. [2] (276)

 

La estancia de la nave en la Plaza Bolívar transcurrió con éxito. Una larga fila de niños y de vecinos querían jugar béisbol con los participantes.

 

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© Vladimir Marcano

 

El choque sintomático

 

Mientras nos trasladábamos de la Plaza de La Castellana hacia la Plaza Altamira, navegando sobre calles agrietadas y tráfico impaciente, escuchamos un estruendo. El carro que iba de paso detrás de nosotros atropelló una de las motos de la policía que nos acompañaba. El oficial logró salir a tiempo y afortunadamente solo se rompió la muñeca, pero la moto estaba destruida debajo del carro. ¿Cómo había sucedido este incidente? Podría parecer que el conductor se abstrajo contemplando ese inusitado aparato que a paso muy lento se adueñaba de un lado de la calle con un numeroso grupo de estudiantes y artistas que lo empujaban y cantaban a la vez. La situación podía ser una deuda con Fellini. No es una suposición muy arbitraria. La contemplación y la pasividad que sujetan al espectador moderno lo impulsan a una inmediata abstracción de su entorno. No se agota la paradoja de lo que pasó: el espectador pasivo provoca un accidente por mirar una obra que precisamente busca emanciparlo del adormecimiento.

 

Es importante acotar el envilecimiento al que se está sometido en un contexto político de matiz socialista totalitario. Acostumbrado a no hacerse escuchar, a no opinar, a ser censurado, el espectador venezolano ha optado por callar y mutar sus intenciones. Además, la inseguridad ha secuestrado el espacio público. El arte participativo actúa como una acupuntura incisiva sobre estos malestares. Detona la acción, el despertar, el pronunciamiento de voluntades. “This desire to activate the audience in participatory art is at the same time a drive to emancipate it from a state of alienation induced by the dominant ideological order.”[3] (275) La Nave/-Ship restauró un espacio para hacer posible la interacción colectiva, desprendiéndose de miedos de naturaleza ideológica o seguridad ciudadana. Esto fue posible gracias a la construcción de una alternativa que refutó las convenciones del espacio público.

 

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© Stefan Gzyl

 

La nave, a pesar de transparentar su debilidad al fracturarse dos de sus ruedas en el camino, fue un artefacto que negó tales convenciones impuestas por las dinámicas del temor y el distanciamiento del espectador acostumbrado a su rol de languidez ante la obra. Es un logro para su creadora, Nowacek, que se arriesgó a plantear esta detonación en una sociedad que no es la suya, con un contexto social que conoce levemente. La densidad y la contundencia de una obra depende de su tiempo y su lugar. Las circunstancias conforman un plano de sensibilidades. El aparato, con su trabajo colaborativo de diseño, construcción, ensamblaje y sus estrategias de interacción en la calle, resulta una obra donde están borrosas las líneas de autoría pero resulta de la búsqueda de un individuo. Hacer realidad La Nave/-Ship fue un esfuerzo superlativo. Devino a su configuración final tras un trabajo comunal y divagó por las calles con un situacionismo propio, pues muy a pesar de tener impuesta su cartografía el proceso fue regido por un modo experimental.

 

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© Florencia Alvarado

 

Es mucho lo que aún resta por reflexionar de esta experiencia de arte participativo y aunque esta crónica invite a la reflexión, su narrativa constata que sucedió un proyecto de honda resonancia entre un grupo de jóvenes que se involucraron para agitar el espacio donde conviven.

 

En el despliegue de La Nave/-Ship, las familias se acercaban, los transeúntes se detenían, miraban, preguntaban… Ocurría la fricción entre los extraños que encontraban en este dinamismo una ocasión para difuminar la extrañeza propia de los espacios públicos compartidos. La Nave/-Ship había traído a las plazas de Chacao el lugar que ha arrebatado el miedo, que es el mismo lugar donde salimos a buscar una vida enriquecedora. Fomentó la confluencia con el otro, el cruce de miradas, la complicidad que suscitan los encuentros y desencuentros potentes en esa convivencia.

 

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© Florencia Alvarado

 

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© Florencia Alvarado

 

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© Florencia Alvarado

 

La Nave/-Ship no podría haber sido posible sin los aportes de quienes creyeron en ella, de quienes movían el engranaje de la maquinaria que nos permitía continuar.

 

La participación de los arquitectos Daniel Otero, Khristian Ceballos y Mawari Núñez del colectivo de arquitectos ADJKM, Stefan Gzyl de Central Arquitectura, Valentina Caradonna por Enlace Arquitectura y Ricardo Sans por la Coordinación del Programa de Extensión de la FAU/UCV; como también de los estudiantes de arquitectura de la FAU/UCV, FAU Barquisimeto, USB, Universidad Santa María y de la Escuela de Artes de la UCV fue fundamental para la creación de este proyecto. Vladimir Marcano pudo hacer un registro fotográfico de todo el proceso de creación de La Nave/-Ship, junto a Rafael Medina Adalfio y a Luis Velutini quienes espontáneamente documentaron en video el performance. Agradecemos a Cultura Chacao, al Taller Smith-Falchetti y a Franca Coffeecakes por su generosa contribución durante el taller. Gracias también a las personas que nos donaron materiales María Gabriela Parra, Josymar Rodríguez y Orlando Ceballos, y a Rubén Torres por su invaluable ayuda transportando La Nave/-Ship. Este tipo de intercambios y la participación de la artista Nancy Nowacek, fue posible gracias al apoyo de la Oficina de Asuntos Públicos de la Embajada de los EEUU. También agradecemos profundamente el duro trabajo de Gaëlle Smits, productora y museógrafa de Backroom Caracas. Sin su visión y su inagotable energía nada de esto hubiera podido realizarse.

 

Consultado:

 

Bishop, Claire. Artificial Hells: Participatory Art and the Politics of Spectatorship. Verso Books, 2012. http://www.versobooks.com/books/958-artificial-hells

 

[1] El arte debe ser dirigido contra la contemplación, contra el espectador, contra la pasividad de las masas paralizadas por el espectáculo de la vida moderna.

 

[2] La relación del arte con lo social está apoyada por la moral o está sustentada por la libertad.

 

[3] Este deseo de activar a la audiencia en el arte participativo es al mismo tiempo un impulso para emanciparlo de un estado de alienación inducido por la ideología dominante.

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