Alejandro Méndez, Daniel Otero, Kristian Ceballos y Mawarí Núñez juntaron sus ganas de hacer arquitectura y la sinergia creativa entre ellos unas cuantas noches seguidas en París. Poco sabían que después de horas y horas de conversación con cervezas como testigos de mesa, de una vorágine de correos entorno al mismo tema, de noches pensando hasta que la mente aguante, de mudanzas trasatlánticas y de tantas primeras cosas, se convertirían en los edificadores de lo que José Antonio Abreu llama “el conservatorio del siglo XXI”. Así nace adjkm, el colectivo de arquitectura responsable del Complejo Internacional de Acción Social por la Música Simón Bolívar.
Conscientes de que en su oficina se trama el edificio cúspide de El Sistema, quisimos conocer su proceso de creación. Daniel Otero no pudo acompañarnos, pero sus fundadores le dieron voz a todos los que ahora integran la banda sonora de esta conversación.
¿Quiénes son adjkm?
K: Somos todos. En principio éramos cinco y quedamos nosotros cuatro y se ha expandido más allá de las letras como un grupo de personas que estamos tratando de elaborar proyectos y proponer ideas para hacer lo que nos gusta: arquitectura.
¿Dónde se conocieron?
M: De los cuatro adkm que quedan, Daniel, Alejandro y yo estudiamos juntos en la Universidad Central y una vez que terminamos la universidad, Daniel y yo nos fuimos a París a hacer una pasantía en una oficina de arquitectura con Héctor Pedroso. Ahí conocimos a Kristian Ceballos y con él creció una amistad hasta ahora. Alejandro, en paralelo, se fue a Valencia, España, a hacer un postgrado. Luego nosotros muy cordialmente le conseguimos una esposa y se mudó a París. Los cuatro somos grandes amigos desde hace muchos años y decidimos responder como grupo a la convocatoria del concurso de las orquestas sinfónicas, del cual resultamos ganadores.
¿Son todos arquitectos?
M: Sí, pero más allá de una oficina de arquitectura lo vemos como un laboratorio de pensamiento de los temas de ciudad.
A: Desde que se creó la oficina, hasta ahorita que han sido como dos o tres años, cada quien ha tenido que generar una función paralela a la de ser arquitecto y te das cuenta que estás en la realidad. Sales de la universidad, vas al postgrado, investigas, estudias, etc. Pero cuando caes en el trabajo tienes ciertas responsabilidades, compromisos que tienes que cumplir. Adoptas funciones paralelas a tu profesión. A todo el mundo le gustaría quedarse en su burbuja, pero para poder llegar ahí hay que pasar por otros caminos: administración, logística, burocracia, vocero…
K: La arquitectura no está aislada, se alimenta de todos los problemas y de las funciones externas o paralelas que podamos tener. Javier, por ejemplo, hace de motorizado, Silvia nos ayuda a que tengamos credibilidad a la hora de presentarnos con la gente.
A: Y hace de mamá, a veces.
K: Es precisamente ese complemento que buscamos. Cuando lo decimos así parece muy simple, pero cuando estamos en proceso de diseño es cuando entramos todos de la misma forma como completamos el proceso de diseño. Cada quien tiene su visión y la aporta.
¿Alguno de ustedes traen un background diferente además de la arquitectura?
A: Mawarí perteneció al Sistema con violín.
M: Yo era violinista. Ese bagaje musical ayudó mucho en la época del concurso a dar la visión interna de lo que es la formación de los niños del sistema y transmitírselo a las muchachos cuando estamos trabajando. Era una visión de lo que pasaba adentro para poderlo reflejar en el proyecto de arquitectura y funcionó fantástico. Todo eso: mi formación musical, de arquitecto, mi estancia en París, nuestras relaciones personales y humanas son las que nos complementan como individuos y tratamos de proyectar eso.
¿Qué has proyectado como músico en Caracas Sinfónica?
M: Una de las premisas era que todos esos espacios musicales son siempre muy protectores, cerrados y oscuros. ¿Qué pasa si cambiamos ese paradigma? ¿Qué pasa si lo de la formación musical es algo abierto? ¿Y si la música que se genere en esos espacios se transmite a la ciudad? La idea no es concebir la caja como una caja musical, sino que proyecte ese sonido hacia afuera. Eso está reflejado en los espacios del complejo que están totalmente abiertos y son los espacios de presentación.
¿Los espacios de enseñanza son más íntimos?
M: Sí. Hay espacios que no se pueden abrir, por eso aprovechamos los espacios comunes para hacerlos totalmente libres y para que el público tenga acceso a este universo que es muy particular.
K: Dentro del espacio, como son dimensiones del individuo, lo vital y lo humano, la idea de la parte baja de la caja es que se vean entre ellos cuando están desde los pasillos. Hay ventanas superiores en las salas de ensayo general para que se comuniquen entre ellos por lo menos visualmente.
¿Tú vienes del dibujo?
K: Mi formación al principio fue el periodismo y eso me ayuda con mi manera de ver la arquitectura y cómo la transmito con el lenguaje. Mi forma de hablar y expresarme me permite tener un doble lenguaje y siempre me ha ayudado a imprimir mis ideas y entender lo que estoy pensando.
A: Yo estudié arquitectura y después trabajé en la fábrica de muebles metálicos de mi familia. Siempre me ha gustado ir al detalle y hacer cosas muy pequeñas y rápidas y esa fábrica también me había alimentado desde chamo. Me gradué y me puse a trabajar diseñando muebles y pensé que me dedicaría siempre a eso, pero luego me salió un postgrado afuera y lo hice pensando en mi movida industrial. Cuando llegué allá me di cuenta que la arquitectura también tiene un peso importante en mi vida e iba más allá de lo que estaba buscando.
M: Y en este momento no está Daniel Otero en la oficina, pero antes era pelotero.
K: Hacía sus caimaneras, le gustaba ser pelotero. De esa experiencia él nos aporta el trabajo en equipo.
M: Es conciliador.
K: Siempre está ahí para tirar los brazos y que los nexos se encuentren. Es un tipo que trabaja el sentimiento. No puedo hablar por él, pero es un fuerte dentro de nosotros.
A: Eso se reflejó en este proyecto a nivel de detalles. Todo lo que es la producción industrial, la carpintería, los materiales… Yo lo comprendía por el hecho de que había pasado por ahí, sin tener una experiencia previa como arquitecto.
¿Regresaron al país por este proyecto o se habían planteado volver y hacer país?
M: Es un punto en común. Nosotros no nos fuimos escapando de algo sino a formarnos y por una afinidad muy fuerte con Francia. Siempre teníamos el deseo de hacer cosas en Venezuela. Apenas salió el concurso de la Sinfónica (que es muy raro que surjan concursos en Venezuela) vimos que esa era la oportunidad. Ni siquiera con vías a ganar sino simplemente participar y…
A: Divertirnos un rato.
M: Ahora, una vez que ganamos sí tuvimos que desprendernos de todos nuestros nexos en Francia y venirnos para asumir la responsabilidad.
¿Cuánto tiempo les llevó hacer el proyecto para mandarlo al concurso?
K: Tres meses. Es muy divertido el proceso porque no son tres meses dibujando ni produciendo cosas, son tres meses pensando, discutiendo… Algún día les mostraremos el mail madre de discusiones que tiene como 160 correos que nos hemos escrito.
M: Teníamos reuniones en bares… Era una actividad “after work” donde nos sentábamos a hablar del proyecto.
K: El proyecto final llegó después de unas cuantas cervezas, de estar en la casa solo, pensando… Es un proceso que no se transforma en un dibujo o una carga de trabajo como se piensa, sino de discusión en discusión.
¿Qué los inspira?
A: Tener un equipo grandote y saber que conformamos algo que pueda tener más variables de lo que uno pensaba. En vez de estar encerrado o con tus dos grandes amigos de toda la vida, tienes una cantidad de opiniones que te dicen “no, por ahí no va” o “qué bueno”. Aunque a veces eso te inspira y otras veces es todo lo contrario, porque uno se quiere aislar del mundo para pensar.
Silvia Caradonna: El intercambio entre nosotros es el motor más fuerte porque es fácil congelarse delante de un proyecto con tus ideas, entras en un loop, y de repente llega Alejandro, Fernando, Kristian o Mawarí y te preguntan qué estás haciendo y te sugieren ideas. Este intercambio te llena mucho y contiene momentos de inspiración.
M: Paradójicamente, la situación del país es inspiradora. Venimos de unos campos de trabajos de unos países donde es muy fácil hacer proyectos porque todo está muy armado y es muy sencillo que evolucione. Aquí está todo por hacer y tenemos las ganas de hacerlo. Somos una generación que no vivió el graduarse y tener una actividad profesional normal… Aquí hay que inventarse todos los días.
M: Los proyectos tienen inspiraciones específicas. No es lo mismo hacer un edificio de oficinas que hacer un edificio para la orquesta. Cuando los niños nos invitan a conciertos hacen que valga la pena.
A: Una de las anécdotas más inspiradoras es cuando nos llevaron al núcleo de Maracay. Fuimos a ver cómo los chamos ensayaban para investigar sobre los Centros Regionales Tipo, que se están haciendo a nivel regional. Cuando llegamos, vimos un grupo que hacía mambo (un grupo consolidado por personas especiales), luego vimos otra orquesta ensayando y ellos resultaron ser chamos que recogieron del basurero, un grupo conformado por el papá de Dudamel. Le dieron un instrumento a cada uno para sacarlos mentalmente de la pobreza.
Silvia: Todas las tardes van a sus clases y esas son sus dos horas de mundo perfecto.
M: Va más allá de la formación musical o social, raya inclusive en una condición espiritual que será el gran legado del maestro Abreu. Es otra cosa, no se trata de música ni siquiera.
K: Nosotros entendemos que a través de lo que hacemos somos capaces de ayudar a establecer espacios para que las personas se encuentren sea a través de la música, el deporte o de un trabajo en común en una oficina. Hacer espacios para crear relaciones entre las personas ayuda a que nos formemos todos. Cuando tomamos un proyecto de cualquier envergadura, intentamos entender el contexto en el que estamos trabajando y con qué contamos para poder traducirlo en nuestros espacios.
Silvia menciona los ensayos como dos horas de felicidad, escape y paraíso… Solo imagino cómo se van ustedes a la cama pensando que están haciendo un lugar para que los niños sientan bienestar a través de la música y dejen en la puerta de sus salones el hecho de que provienen de un hogar con muchas necesidades, que el país se está cayendo a tiros, que sus mamás hacen colas para comprar comida y que precisamente ese lugar que están haciendo les ofrece a estos niños una alternativa feliz ante la vida.
Si alguna persona, en unos años, está paseando por el Bulevar de las Culturas, se detiene frente al edificio y dice: “Esta es una obra de adjkm”. ¿Qué será lo que él o ella vio que le hizo pensar eso?
A: Esa es una pregunta complicada porque nosotros tal vez para ese entonces no tengamos la cantidad de años que tiene una oficina de arquitectura para generar un lenguaje o imprimir una especie de gesto formal dentro de nuestra obra. Esta sería la primera y probablemente tarde muchos años en ser construida. Queremos estar en todas las escalas y llegar a todos los lugares, construir una comunicación, un diálogo…
K: Tal vez lo que dice Alejandro es que formalmente, en este momento, no tenemos esa marca y no la estamos buscando tampoco.
M: Y sería ir en contra del colectivo, porque es un lenguaje arquitectónico en equipo y no una unidad. Por ejemplo, uno reconoce un edificio Frank Gehry en todos lados pero adjkm no porque no hay esa figura única. No somos ni siquiera cuatro, sino veinte personas que están generando un lenguaje en función de cada proyecto en específico.
K: Hay cosas específicas que sí introducimos y que siempre están en el elemento del que estamos hablando y es cómo abrir el edificio al espacio público, siempre tratamos de liberarlos aunque sea inconscientemente. Ves nuestros edificios y notarás que hay un patio hacia fuera, una invitación a la persona a entrar y una humildad del edificio a pertenecer a un espacio común, urbano. Eso es algo que siempre queremos hacer. Nuestra voluntad va hacia allá. Leemos la ciudad como un espacio fluido donde todos convivimos sin necesidad de pedir permiso. Ahí sí vas a encontrar un punto en común.
¿De qué se trata Caracas Sinfónica?
A: Eso debería contarlo Javier.
Javier Sánchez: Lo que yo de algún modo comencé haciendo para adjkm fue ser una especie de cable a tierra para los muchachos que habían estado en Francia por mucho tiempo y no conocían o estaban informados sobre la actividad profesional y la manera de hacerse las cosas en Venezuela. Mi función fue tropicalizar la forma de hacer de ellos, llevar a cabo los pasos de metodología, estrategia… He ido administrando los esfuerzos de cada uno para tratar de darle coherencia. Quizás por eso sintieron que yo podía explicar lo que es Caracas Sinfónica.
Pensé que en efecto podría ser así, porque en los monitores de sus computadoras veo solo planos y correos abiertos, pero en cambio, tú tienes un documento Word…
Javier: Me está tocando hacer mucho de esto. Memorias descriptivas, trámites…, pero Caracas Sinfónica nace mucho antes que el propio cargo arquitectónico. Lo que propone el cliente, sus necesidades y tú complementas el concepto. Caracas Sinfónica es algo que va más allá del edificio porque incluye, recopila, integra otros núcleos y es una cúspide de algo que tiene una base muy amplia. Me cuesta definir Caracas Sinfónica como un edificio de tantos y tantos metros cuadrados, es un concepto que va más allá.
K: Puedes decir que Caracas Sinfónica es el final o el comienzo del camino para muchas personas que a través de la música van buscando su realización personal. El sistema no está ahí para hacer miles Gustavo Dudamel para exportar, esto es un esfuerzo social para generar mejores ciudadanos. El edificio servirá para ir más allá de las fronteras de nuestros retos y va a recibir todas esas energías que se están produciendo y ese vacío, que nos costó mucho trabajo lograr, que da al parque, es esa especie de mediador de dos elementos: uno que es muy íntimo y otro que es extrovertido porque pretende mostrar todo aquello que viene de las raíces propias del sistema. Lo que va entrando a ese zócalo o a ese elemento que sirve de basamento, todo ese alimento y esa producción va hacia arriba y se encuentra con los ciudadanos en ese espacio vacío y sube a los recintos adecuados para eso. Al final, ese recinto existirá para ser el punto final del muchacho que estudia ahí y que ahora le toca enfrentarse al público. El que tenga la capacidad de enfrentarse al público puede relacionarse mejor con las otras personas.
Si lo traduces de esa forma, la música o la belleza del edificio no está por fuera sino en eso que logramos con la fundación o el sistema, que es crear mejor ciudadanos en esos encuentros dentro del edificio.
Fernando: Hasta ahora ellos han explicado que se trata del pináculo del estudiante de música, que a su vez es una persona que está saliendo de abajo, pero también hay que considerar el hecho de que esta sala se convierte en una especie de coliseo romano que brinda un espectáculo e inspiración a los demás.
M: La belleza de este proyecto no radica en su estética formal sino en la función que brinda dentro de la ciudad.
Abel: El edificio en sí mismo se expresa como un músico, que uno tiene en sí mismo muchas aspiraciones, que pueden ser muy contenidas y privadas (que estarían en la parte de abajo del recinto), pero llega un momento en que quieres demostrar lo que sabes hacer y cuando llegas a ese punto quieres hacerlo de la forma más expresiva. Hay que entender que la música es un acto social, igual que la arquitectura.
Noté que algunos de sus proyectos tienen resonancia social. ¿Qué les atrae de esas comisiones?
K: Nos interesa el cambio social que surge de lo que hacemos en la ciudad. En cuanto al proyecto Simón Díaz, el concurso era una cosa muy sencilla y nosotros lo que intentamos fue integrar cosas existentes: fuerzas internas del lugar, como reutilizar techos, platabandas de casas y hacer que el espacio público se expanda por encima de estas sin interrumpir su privacidad. Para nosotros es una especie de acupuntura, una inyección de vida.
Abel: A la ciudad no la hacen los edificios sino los ciudadanos y Caracas también se ha convertido en una ciudad de rejas, cerrada. Adjkm ha intentado buscar abrir la ciudad, que es lo que sucede con los edificios que invitan a las personas y tratan de evitar el encerramiento. Lo que uno desea es que la arquitectura sea el punto más cumbre para que las personas se consigan. Las plazas, por ejemplo, no son solo para patinar, son para que se consigan las personas.
La violencia le ha quitado los espacios públicos a la ciudad y son estos proyectos los que permiten que uno retome el espacio público. Por ejemplo, yo me imagino caminando en el Bulevar de las Culturas y decir, “¿Sabes qué?, a mí nadie me va a atracar aquí.” Pero es solo con la multitud que puede conseguirse.
K: La arquitectura pública no debe crear micromundos aislados del exterior, tiene que entender que somos fragmentos, partes de un todo.
¿Cómo es el proceso de trabajo?
Silvia: Hay una dinámica cotidiana, de todos los días, de ponerse a trabajar, reunirse. A veces tenemos momentos especiales como cuando estamos en un concurso, que le inyecta una tonelada de gasolina a la oficina. Es estresante porque son muchas horas de trabajo, pero también te saca de la rutina y te oxigena.
K: Ayudamos en lo que podemos, la oficina trabaja en bloque.
A: Todo cuadra porque hasta la situación es espacial aquí. Cuando alguien está haciendo un concurso es imposible que pases y no voltees a ver la pantalla.
M: Queremos mucho los concursos porque somos el producto de uno. Actualmente estamos trabajando en otro con la ayuda de dos chicas con mucho talento recién graduadas y que traen una visión más fresca a la oficina.
Jocymar: Es súper refrescante pertenecer a una oficina horizontal donde cada quien aporta lo que mejor sabe hacer.
¿Cuál podrían decirme que es la mayor influencia en la carrera de ustedes?
Silvia: Todos tienen una persona diferente en sus cabezas en este momento.
Abel: Yo diría que Björk, por ejemplo. Ella es músico y yo, arquitecto; pero tomo de ella el no quedar estancado y siempre querer hacer cosas nuevas, reinventarte, que te llamen loco y que no te importe.
A: Yo diría que desde músicos, parientes y ciertas oficinas de arquitectura, pero eso se va disgregando hasta el ejercicio de apropiación.
K: Lo de las influencias me parece muy trillado. En distintas etapas de nuestras vidas recibimos influencias múltiples y no todas son más importantes que las otras.
M: Trabajo con un escenógrafo en el proyecto de la sinfónica, cuyo proceder es muy parecido al de nosotros.
Noto cuadernos en las estaciones de cada uno y es algo que me llama la atención. ¿Cómo es el proceso de creación en ellos? ¿Contienen ideas, pensamientos, apuntes, listas…?
A: Hay otro mundo en los cuadernos de esta oficina.
M: El arquitecto, cuando sale de la oficina, se desprende de su trabajo. El cuadernito es la herramienta a la mano para reflejar lo que se te venga a la mente.
¿Qué retos enfrentan actualmente?
A: El tráfico. La oficina… porque llega un punto que dominas el proyecto.
M: Vivir en esta economía es un reto diario. Y con respecto a retos puntuales… queremos encontrar una oficina más grande.
K: El reto es permanecer en el tiempo y poder aportar. Otro reto es que esta manera de pensar, de integrarnos en el tiempo que sucedió, sea valedera para todos nosotros en el resto de nuestra evolución profesional.
¿Dirían que el período en Francia tiene una impronta en su trabajo?
K: En nuestras personalidades, en nuestra manera de ver la vida, en nuestra manera de comer, en la disciplina del trabajo, en tratar de encontrar similitudes aunque tengamos personalidades distintas.
M: París fue una escuela de relaciones humanas.
A: Al final volver acá fue salir de la zona de confort que teníamos allá y eso podría decirse que es una actitud nuestra: el querer retar nuestra zona de confort.
Silvia: No solo implica moverse del país; para ellos que vinieron de Barquisimeto ha sido un reto.
Voy a hacer una última pregunta y creo que es la más difícil… ¿Qué es la arquitectura?
M: Bueno, Yoryelina no ha hablado… Hay un ejercicio en el primer semestre de la carrera donde te preguntan eso y todo el mundo raspa.
K: Esa es la pregunta más evadida de los arquitectos y a los que tienen mucho ego les encanta.
¿Qué es para ustedes la arquitectura?
K: Eso está mejor porque no queremos ser dogmáticos en torno a qué es la arquitectura, cómo se tiene que hacer o cuáles son los procesos.
Silvia: La arquitectura tiene muchos matices: la memoria descriptiva de Javier, la arquitectura que uno le vende al cliente… Son esos planos y esos edificios que estás haciendo, pero la parte bonita es cómo lo transmites.
Abel: Podría decir que es la capacidad que tenemos algunos de poder crear un lugar donde las personas se puedan encontrarse, porque el ser humano es de intercambios. La persona individual se ablanda, considero yo, y se pudre. La que está en contacto crece.
M: Yo lo veo como algo que va mucho más allá de crear espacios. A mí me gusta la frase que dice: “El arquitecto es aquel que vende liebre por gato”. El derecho de crear espacios e intenta ir más allá, dándole condiciones sociales, artísticas y estéticas.
K: Para mí es crear dimensiones donde la gente se identifique hasta en un cuarto individual (porque no todo el mundo quiere estar rodeado de gente).
M: Lo que diferencia las distintas maneras de hacer espacio es la reflexión que hay detrás del hecho arquitectónico. Hay mucha gente que dice que la arquitectura está ligada al arte y lo que la une es la fase de conceptualización de las cosas.
A: Si pones a un artista, un arquitecto y a un ingeniero a hacer una casa, probablemente el artista genere una especialidad tendiendo al concepto y el ingeniero lo haga desde la parte técnica y funcional, pero en el medio de eso, el equilibrio, es donde tiene que entrar el arquitecto para poder lograr lo mejor de las dos cosas.
Me quedo con la curiosidad de saber lo que opina Yoryelina.
Yoryelina: En una conferencia, alguien dijo que el arquitecto termina siendo el psicólogo de todas las especialidades y de los clientes porque se tiene que meter en la cabeza de tantos mundos y además llegar a resultados.
A: Nos toca convencer al cliente de que todo tiene sentido y que va a concordar con las realidades que tenemos como oficina.
Silvia: Y le sumas a eso tus propias múltiples personalidades.
K: Nuestro proyecto es el resultado del equilibrio entre nosotros traduciendo el ejercicio del arquitecto.
Con esa frase sentimos que el diálogo había quedado redondo -o mejor dicho esférico, por aquel principio de Pascal donde las fuerzas son equilibradas y equidistantes. Esa mañana, los miembros de adjkm quitaron su mirada de los planos y los monitores para contarnos sus procesos y terminó siendo una ocasión para volver a conocerse. Los procesos creativos a varias manos, como los de este colectivo, le dan una lección al arte contemporáneo. Muchas cosas coinciden aquí: la reflexión del hombre sobre los espacios y su materialización en una habitación para la música. ¿Arquitectos? ¿Artistas? ¿Músicos? ¿Dibujantes? ¿Psiconalistas? Sí.
Y pensadores.