“Reconstruir una esencia” desde la web al papel.

 

 

Hoy es prácticamente imposible morir del todo. Nuestra vida online es un presente perpetuo, más allá de nuestra propia desaparición. Frente a esto, se ha instaurado un nuevo ritual para recordar a un fallecido, sobre todo si era joven: mirar su perfil de Facebook, su último tweet, sus interacciones en alguna red social que todavía esté en línea por razones nostálgicas. Es posible emprender búsquedas arqueológicas de la personalidad en Internet, aunque no exista ya el cuerpo: nuestras huellas permanecen esparcidas en plataformas digitales, estáticas y sujetas a la mediación de corporaciones sin rostro, por tiempo indefinido.

 

Nuestra cultura no se preocupa demasiado por las repercusiones de la muerte en el mundo virtual (seguro muchos libros esperan ser escritos sobre cómo Internet ha cambiado algo “esencial” sobre la muerte). Apenas recientemente, en la segunda década de los 2000, servicios como Google y Facebook comienzan a ofrecer opciones para manejar el fallecimiento de un ser querido o tomar previsiones para gestionar la propia presencia online en caso de morir. Por otro lado, nuestra cultura piensa aún menos en otro tipo de muerte: al construir vidas en plataformas digitales, nos arriesgamos a que en cualquier momento un hacker, una orden judicial, o simplemente un cambio de política, acabe con nuestro contenido para siempre y sin derecho a patalear. Este trabajo aborda, en distintos niveles, estas dos muertes –una absoluta, una inminente.

 

Haikus Sin Récipe es el nombre del blog de mi primo Luis Felipe Blanco. Comenzó a compartir su poesía allí en 2008 y trabajó en él con cierta regularidad por unos dos años, hasta su muerte repentina en noviembre de 2010. Contiene 163 entradas de texto, en su mayoría poemas, en español, inglés y spanglish (hay mucho de eso).

 

http://haikus-sin-recipe.blogspot.com

 

El blog de mi primo es una de las pocas cosas que me recuerdan su tiempo en la Tierra, a pesar de ser sólo una pequeña isla de contenido en Internet. La personalidad de Luis Felipe está impresa en todo él: es dolorosamente honesto pero también evasivo, lleno de humor, ironía y auto-menosprecio. No muchos de sus posts son al estilo de la clásica entrada de diario, pero sus poemas eran usualmente autobiográficos y escritos en respuesta directa a ciertos sucesos de su vida. La mayoría de ellos (publicados durante el primer año, para ser exactos) son poemas y cuentos escritos a lo largo de varios años y que subió por lotes cuando abrió el blog. Determinados temas se repiten en los textos, como la muerte inesperada de su madre cuando tenía 15 años, su uso de drogas, su relación con su padre, sus exploraciones en la fluidez de la identidad de género, así como nombres de amigos, amigas, novias, infatuaciones y referencias literarias y musicales.

 

Comencé a seguir el blog desde que lo comenzó y cada vez que vuelvo a él me deja con una mejor, o más rica, o distinta, comprensión de mí misma y mi relación con Luis Felipe. Es como si nada hubiese terminado y sus palabras se mantuvieran allí para generar reflexión e interacción. Me mueve a pensar en la flexibilidad del lenguaje y la íntima conexión entre lenguaje y sentimiento –incluso, podría afirmar, entre lenguaje y realidad. Me recuerda que nunca somos los mismos cuando visitamos el mismo lugar otra vez, que a medida que cambiamos, también puede mutar el significado de un texto que no cambia en sí mismo. Por encima de todo, me recuerda que la memoria es dinámica y moldeable, de modo que mis interacciones con el contenido del blog enriquecen mi recuerdo de Luis Felipe a pesar de su ausencia.

 

FIG 1

 

¿Podría confiar en Blogspot para mantener el blog a salvo? ¿Podría permitir que una compañía desconocida y distante tuviese única y absoluta administración sobre lo que, para mí, es un puente frágil entre vida y muerte? Es de conocimiento general que al compartir contenido a través de nuestras redes sociales jugamos de acuerdo a ciertas normas que incluyen limitaciones a nuestra privacidad. Personalmente, participar en ese ambiente y estar alerta sobre estos asuntos me hace sentir que la vida en la web sucede absolutamente en el tiempo presente: no pienso necesariamente en el futuro de mi información más allá del más cercano –quién puede acceder a ella, quién puede venderla, etc. Pero también acuerdo participar en un espacio cuya fecha de expiración desconozco: apenas puedo asumir que algún día mi información desaparecerá de la web, pero no sé cuándo sucederá. No sé cuándo, o si Haikus Sin Récipe va a ser eliminado de Blogspot por inactividad o por capricho.

 

Otro aspecto de este tema de control se extiende más allá de la existencia: algunas plataformas ofrecen opciones para garantizar que nuestra presencia online sobreviva luego de nuestra muerte física. Por ejemplo, además de “memorializar” (congelar) los perfiles de parientes fallecidos, Facebook permite a sus usuarios designar un “contacto de legado” que tendrá ciertas capacidades administrativas sobre sus perfiles luego de su muerte: publicar información sobre sus funerales o aniversarios, aceptar solicitudes de amistad, actualizar fotos de perfil y cubierta y descargar publicaciones e imágenes. Google, por otro lado, permite a sus usuarios elegir si desean que sus datos sean eliminados luego de cierto tiempo de inactividad, o solicitar que sean enviados a contactos selectos. También permite a los familiares pedir los datos de los fallecidos, o solicitar que sean eliminados del todo. Estas plataformas claramente están pensando en la muerte y seguramente más redes sociales adoptarán estas precauciones en el futuro; sin embargo, resulta aún demasiado fácil olvidar que los servidores son objetos físicos y que, como cualquier objeto, pueden ser dañados o incluso experimentar “muerte”. Los libros, los servidores y los dispositivos electrónicos tienen fechas de expiración, previsibles o no.

 

No emprendí este proyecto bajo la ilusión de que imprimir los poemas de Luis Felipe los haría eternos, pero no hace falta justificar la decisión de archivar el blog de mi primo en una forma que pudiese controlar, manipular y resguardar mucho mejor que una compañía que no conoce el material ni se interesa por su valor sentimental. El asunto del formato fue, por lo tanto, particularmente relevante a mi decisión porque, como ya ha sido demostrado, la gente vuelve a sus recuerdos con menos frecuencia si están atrapados dentro de un aparato electrónico.

 

FIG 2

 

Mi objetivo era recuperar los textos de Internet, poder hacer copias físicas y reproducirlas, y buscaba que la audiencia –mi familia cercana– pudiera acceder a este contenido en su propio tiempo. Pude haber elegido archivar el blog en sí mismo digitalmente, pero un libro es un objeto físico en torno al cual una persona o grupo puede crear un ritual de lectura, silenciosa o en voz alta, o simplemente hojear, sin depender de un dispositivo y sin otros elementos distrayentes. Algunos estudios sugieren que cuando un contenido está almacenado en la web es casi como si desapareciera de hecho, pues es menos probable que se acceda a él. En A future-proof past: Designing for remembering experiences, Elise van den Hoven menciona que los objetos tangibles son más accesibles que las colecciones que están dentro de tecnologías digitales: «Hoy en día, la mayoría de las colecciones fotográficas están en formato digital, sin categorizar y acumulándose en laptops, cámaras y teléfonos móviles –todos dispositivos que típicamente muestran una pantalla negra cuando no están encendidos, cuyo exterior es genérico y no muestra pistas sobre lo que está guardado en el interior… Los medios digitales, compuestos de bits y bytes, simplemente no son tan visibles y presentes como los medios físicos y tangibles. La visibilidad es sólo un ejemplo de por qué el mundo físico es importante para las prácticas de memoria contemporáneas, que usualmente involucran medios digitales».

 

El blog, que funciona como un archivo en sí mismo, ya enfrentaba el problema de estar confinado en lo digital. Crear un archivo impreso y distribuir copias en forma de libro podía ayudar a hacerlo más accesible, pero debía reflexionar sobre las implicaciones de tomar el contenido y exponerlo a través de un nuevo medio: ¿Es algo que Luis Felipe hubiese deseado? Asumí que, en vista de que él mismo había colocado sus textos en público y compartido el URL extensamente, no estaba haciendo algo que él mismo no habría hecho. Por otro lado, tendría que hacer una selección para que no resultara un libro demasiado extenso.

 

Processed with VSCOcam with g3 preset

 

Para no comprometer mi deseo de resguardar todos los textos, resolví crear dos copias separadas del material: una que incluía todas las entradas el blog –el archivo– y está guardada en mi disco duro personal y computadora, y el libro de poesía –la colección–. Para este último, el proceso de selección implicó identificar grupos temáticos y elegir el contenido más representativo de cada uno. También decidí incluir más publicaciones que retrataran el mundo interno de mi primo que aquellas dedicadas a individuos particulares. Mi compás en este proceso fue la emoción: elegí los textos que sentí serían más divertidos o conmovedores para mí y para mi familia.

 

La traducción de la web al papel implicaba perder el aspecto interactivo del blog, una parte muy elocuente de él. La sección de comentarios es el lugar en que monólogo se transforma en diálogo, se crean las intrigas, y se lloran las pérdidas (póstumamente, incluso, la suya), pero opté por no utilizar las palabras de otros sin su permiso.

 

Diseñé el libro para muy sencillo y limpio, limitado a los textos y sus fechas, y utilicé el mismo color azul marino del Blogspot para la portada (fue mi único guiño hacia su estética). También decidí coser el libro a mano, escribir la introducción con mi propia letra e insertar un sobre en la última página con pequeños recortes de imágenes compartidas por Luis Felipe en distintas entradas.

 

Interpretar (Performing) la memoria

 

El blog de Luis Felipe es una ventana hacia su mente mediada por la poesía en prosa. No hay mucho de life-logging en él (ese tipo de voz cotidiana y diarística), por lo cual la experiencia de leerlo se caracteriza por la distancia estética de la literatura. En sus publicaciones es un autor, o un actor, inmerso en un mundo de referencias musicales y literarias y menciones casuales de experiencias íntimas; rara vez rompe la “pared” que lo separa de su audiencia (con excepciones, por supuesto). Para sobreponerme a esa distancia que percibía de los textos decidí “interpretarlos”. Me grabé a mí misma leyendo uno de los últimos poemas del blog, Palabras para los amigos caídos, en voz alta. Me grabé también cosiendo el libro, y convertí el proceso en un ritual catártico para luego crear un video performático que unificase ambos rituales. Con esto quise volver el libro aún más cercano para el espectador/oyente e invitar a su lectura en voz alta. El video resultante está disponible en Internet y siempre debe acompañar al libro en el contexto de cualquier exhibición.

 

 

Haikus Sin Récipe en formato instalación (2016) en la exhibición Mixed Messages, School of Media Studies, The New School, Nueva York.
Haikus Sin Récipe en formato instalación (2016) en la exhibición Mixed Messages, School of Media Studies, The New School, Nueva York.

Mi deseo es que el libro, en lugar de servir simplemente como repositorio o archivo de memoria, cree en cada lector las condiciones apropiadas para entablar un diálogo con el material y recordar experiencias individuales: más que asistir al recuerdo, generar evocación. Me parece importante que, en la medida que proliferan los medios para producir y generar contenidos digitales personales –que en última instancia constituyen recuerdos, para nosotros y para quienes interactúan con nosotros–, crezca también nuestra capacidad de asimilar ese contenido y aproximarnos a él de manera que brille su valor sentimental. La experiencia virtual es fácilmente reducible a píxeles, a unos y ceros o a metadata sobre la cual no tenemos poder de decisión, pero no tiene que ser sólo eso. Resulta útil pensar en el contenido fuera del medio para identificar su potencial, imaginar las posibilidades narrativas y poéticas que posee y no temer subvertir la noción convencional de cómo debe suceder una memorialización. A pesar de que los estudios de memoria (como los citados en la bibliografía abajo) suelan favorecer una aproximación más científica y medible, este proyecto propone una exploración del recuerdo a través de la intuición y la autorreflexión constante como una posible respuesta a los retos que la tecnología digital nos presenta en materia de memorialización.

 

Processed with VSCOcam with g3 preset

 

Referencias

Churchill, Elizabeth y Ubois, Jeff. “Designing for Digital Archives.” interactions Vol. 15(2) (2008). Web.

Google Accounts Support. “Submit a request regarding a deceased user’s account.” Google Accounts <https://support.google.com/accounts/contact/deceased>

Linshi, Jack. “Here’s What Happens to Your Facebook Account After You Die.” TIME 12 Feb. 2015. Web.

Tuerk, Andreas. “Plan your digital afterlife with Inactive Account Manager.” Google Public Policy Blog 11 April 2013. Web.

van den Hoven, Elise. “A future-proof past: Designing for remembering experiences.” Memory Studies Vol. 7(3) (2014) 370-384. Web.

 


Acerca de la autora:

Elvira Blanco Santini (Caracas, 1990) es investigadora y productora creativa, licenciada en Comunicación Social por la Universidad Monteávila (Caracas) y Master of Arts en Media Studies de The New School (Nueva York). Ha trabajado como videógrafa, fue profesora en la Universidad Monteávila (2013-2014) y es co-directora de la editorial artesanal Crater.

 

Compartir