Se entretiene hundiendo el tibio algodón

© Edward Hopper. Office in a Small City, 1953.
© Edward Hopper. «Office in a Small City» (1953).

 

Lento e pianissimo. Esta es la ventana de un estudio. Ahora mismo él se encuentra frente al blanco. Allegro. Ella, de sostén contrabajista, entra de pronto. Se muestra preocupada, ansiosa por comenzar a ensayar. El trabajo apremia. Toma el arco, camina de un lado a otro, revisa partituras, selecciona algunas hojas y las pinza en un atril, luego deshace la acción y repite el gesto con otras. Andante. Él inclina su silla hacia atrás y se toma del pelo, respira. De pronto voltea a mirarla por encima de su hombro. Detalla el cabello ondulado que recoge despreocupadamente hacia un lado. Se fija en sus brazos, delgados y preciosamente torneados por el duro oficio de marcar el mástil y blandir el arco. La camiseta ligeramente separada del arruchado elástico que sujeta la ropa a la cintura, deja aparecer el tono vivo de su piel. El trabajo apremia, pero… Forte. Se levanta y va decididamente hacia ella, quien vira su cuerpo cuando ambos labios están ya al borde del roce. Piano e afettuoso. El bultito de sus labios inferiores, cubiertos apenas por el algodón del short, es presionado con precisión por la punta de los dedos que poco hace estaban trabados. Se entretiene hundiendo el tibio algodón. Toma el bultito entre los dedos, lo aprieta, juega, desplaza las caldosas placas ligeramente hacia arriba y hacia abajo, lo suelta. Forte subito. Una formación ladeada se marca en la tela del pantalón, crece desde la bragueta hasta el saco del bolsillo; pulsa. Adagio. Con la mano libre le arrebata sutilmente el arco y lo posa sobre un mueblecito de madera. Ella sonríe hondamente; anticipa el placer que se avecina. Piano forte. No tardará en empuñar con su mano el bulto cálido que espera bajo el pantalón.

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