Exhibiciones

HAY VIENE LA PLAGA

Individual de Luis Pérez Calvo

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1 de n

octubre 04 - noviembre 15 / 2014

Quinta Altamira
9na transversal de Altamira
entre 3ra y 4ta Ave.
Caracas, Venezuela

 

En sus dibujos conviven con sorprendente docilidad los acróbatas de El fabuloso mundo del circo, de Henry Hathaway, el Monstruo del Mar, el cantante norteamericano Frankie Laine o los destructivos insectos de Gordon Douglas en Them! Todo a mano, por supuesto, a base de lápices de colores, tinta china y témpera. “Y collage, claro”: recortes de periódico, de cajas de galletas… porque —recuerda— “siempre ha sido muy primitivo, muy pop”.

 

Visual. Magazine de diseño, creatividad gráfica y comunicación. Número 116, año XVII. Madrid.

 
 

Ante el reto de recibir al madrileño Luis Pérez Calvo en Backroom Caracas, nos dimos a la tarea de ver el documental de Terry Zwigoff sobre ese ícono del cómic underground que es Robert Crumb. Fue la manera que encontramos de visitar el lugar de la obsesión por la pequeña narrativa, por la historia que tiene plena consciencia de ser ficción y que capta lo que pasa desapercibido ante los ojos de quienes estamos sepultados en una cantidad ingente de signos urbanos. No teníamos la posibilidad física ni temporal de conversar con Luis y por ello se nos hizo necesario también ficcionarlo a través de la mirada a esta referencia mundial del cómic. Tanto Robert Crumb como Luis Pérez Calvo parecen estar absortos por las historias locales. Con lo cual no se trata solo de un lenguaje visual común, basado en una manera peculiar de dibujar, sino de la admiración por las cosas más insignificantes, las más pequeñas o quizás las más vulgares —y en ocasiones hasta las más perversas—, que pasan desapercibidas para el común de los urbanitas.

 

Pero el contacto con los dibujos originales de Luis Pérez Calvo también alivia al ojo achatado por tanto simulacro digital, porque, como comenta Rody Douzoglou, la materialidad de la pintura que está tan mezclada con el guiño tierno hacia los soportes precarios e improvisados, reciclados y reusados, nos conecta con el gesto manual directo aunque no lo lleguemos a tocar. Es el ojo agradecido el que percibe el relieve del papel aglutinado de “mala manera” o del cartón del empaque de las latas de comida resemantizado como lienzo. Y es el trabajo de Luis quien nos conecta con esta percepción material ya casi olvidada.

 

Si visitamos su blog, nos encontramos con más historias y nos maravillamos (desde nuestra convulsa Caracas) de que se pueda vivir la cotidianidad en ese barrio tan antiguo y tan madrileño como Lavapiés. Allí Luis cuenta, ayudado en la escritura por su amigo Eduardo Bravo, pequeños relatos y les rinde un homenaje —así nos comentó por correo—, a sus propios dibujos. Ellos, no solo cuentan una historia, sino que tienen una vida que merece ser relatada. El dibujo Hay viene la plaga. Me gusta bailar, que le da el nombre a su individual en Caracas, tiene el siguiente relato en su blog:

 

Las discotecas de pueblo son dignas de estudio antropológico. Desde la nave industrial con techo de uralita y barras portátiles de Mahou, hasta el local rústico con vigas de madera y diana de dardos, o la sala elegante con sillones, camareros y luces tenues situada a las afueras que, nada más acabar la actuación del DJ, comienza el descorche y se convierte en un bar de alterne. ¿Y qué decir de los nombres? Desde los más socarrones como el “Donde siempre”, al más personalista como el “O’rencio”, sin olvidar los más evocadores como el “Burbujas”, o el que recuerda al anterior uso del edificio: “Ok Corral”. Pero de entre todas las discotecas de pueblo, la que más mola es la discoteca portátil, ideal para la época de fiestas patronales cuando la orquesta de turno, por ejemplo la “Orquesta Caribe”, acaba su actuación y los mozos quieren seguir de farra como si no hubiera un mañana. Atento a todo lo que sucede en nuestra vida cotidiana, Luis Pérez Calvo ha realizado este magnífico dibujo en homenaje a todas esas discotecas portátiles que tan felices nos han hecho, aunque de algunas no nos acordemos mucho.

 


Luis Pérez Calvo  (Madrid, 1962) es pintor e ilustrador. Nacido en Madrid y criado entre la calle Valencia del barrio de Lavapiés y el Portillo de la Glorieta de Embajadores, su infancia estuvo marcada por el circo, los programas dobles de los cines de sesión continua, los casetes, los discos, las visitas dominicales al popular mercado de El Rastro, las verbenas y los tebeos [cómics]. Si en lugar de haber nacido en tan castizo barrio lo hubiera hecho en otros como Queens, Manhattan, el SoHo o Brooklyn, su obra no se diferenciaría en nada de la de otros muchos artistas internacionales. Sin embargo, esa pequeña diferencia es la que ha propiciado que en la obra de LPC los superhéroes de la Marvel compartan aventuras con Pumby y Jaimito, las fantasías del genial Ray Harryhausen se mezclen con westerns rodados en el desierto de Almería, el circo de los Ringling Bros. comparta artistas con el Teatro Chino de Manolita Chen, las meriendas sean a base de churros, chocolate, zarzaparrila, pretzels y bagels, las montañas rusas sean tan emocionantes como los coches de choque [carritos chocones] y las calles del foro estén atestadas de robots, androides y pulpos gigantes. La obra de Luis Pérez Calvo ha sido publicada en cabeceras [cabezales] de la talla de Nosotros somos los muertos (NSLM), La Cruda, Visual, Trauma o ¡Qué suerte!, y en la actualidad es representada por la Galería Liebre de Madrid. 

 


 

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