En el año 2008 me encontraba realizando pinturas a partir de imágenes noticiosas, fotografías familiares o de puestas escenográficas que pudiesen despertar connotaciones personales valiosas en el espectador. Casi no realizaba cambios en las interpretaciones más allá de los que producen las interpretaciones rápidas, lo consideraba una especie de ready made con un valor considerable en la selección de las imágenes. Un día me encontré en la televisión la noticia de que Britney Spears se había rapado la cabeza en un momento de psicosis. Consideré que esto visualmente representaba la debacle de la banalidad y la superficialidad de toda una generación, la caída de una gran máscara que nos dejó ver el verdadero rostro de la cultura pop.

 

© Carlos Luis Sánchez Becerra
© Carlos Luis Sánchez Becerra

Estuve pintando la obra aproximadamente una semana, imprimí la fotografía en un Farmatado y colgué la tela de un metro y medio por un metro y medio, con clavos en el pared del cuarto que compartía. Esto, ante las típicas y lógicas críticas de mi familia por la realización de una obra tan poco comercial. Tuve tremenda dificultad para realizar el trabajo descriptivo del fortísimo flash golpeando la piel y los dientes de la diva caída en desgracia. Empleé una pincelada naturalista y a la vez expresiva, rápida, que mostrara direcciones y fuerza en los brochazos como para que se entreviese una emoción sin perder la identidad. O la mueca. Se me hizo difícil también el trabajo de las mejillas, los labios y los ojos bañados en esa luz blanca.

 

Tras terminar la obra la enrollé y la llevé a montar a una marquetería nueva a la que nunca había ido. Recuerdo mi emoción por el buen precio de enmarcado que conseguí y luego la desilusión al ir a buscar a Britney y ver que accidentalmente habían doblado las dos mitades de la pintura la una sobre la otra y le habían arrancando accidentalmente muchas partes del rostro. Preferí no perder tiempo en reclamos inútiles y restauré la obra. La masqué como pude, maldiciendo interiormente al marquetero, antes de llevar la pieza sobre el techo del carro de un amigo al Centro Venezolano Americano del Zulia (CEVAZ) para que concursase en un salón de arte denominado “Jóvenes Emergentes”.

 

El día de la inauguración del salón (en el que fui seleccionado), hablaba con un periodista muy importante de la ciudad que me decía acerca de mi cuadro lo vacío de imaginación y de espíritu que debía ser la persona que lo había pintado. Yo le respondía que así debía ser, seguramente, y al rato llamaron para anunciar los ganadores. Mi obra resultó galardonada con una mención honorífica que recibí muy feliz. El periodista me entrevistó un poquito apenado y a la vez alegre. El comunicador recibió mi juego con humor.

 

Tras la exposición, caí en cuenta del enorme tamaño y lo perturbardora que era esta obra, así que hice lo posible por salir de ella pronto. Hice feliz a un coleccionista que captó la belleza conceptual de «Is Britney Bitch» y la tiene en su casa como un tesoro. Con los años, mi propuesta pictórica ha sido influenciada más por el surrealismo y la ilustración o el cómic, pero aún así expusé la obra en una muestra en 2010, donde algunos narcotizados asistentes y organizadores dijeron que del rostro de Britney salían rayos oscuros de maldad y que eso les daba una rara sensación de pánico y miedo. Así que, cuando terminó la rápida exhibición de un día, decidieron esconder ese rostro y sublimarse en la observación de otras obras mucho más amables.

 

*Acerca del artista

Carlos Luis Sánchez Becerra (1987)  es un pintor venezolano. Estudió Artes en la Universidad del Zulia en Maracaibo. Ha sido reconocido con diversos premios en su país; asimismo, fue merecedor de la mención de honor en Salón Pintura Miranda en Hispanoamérica en España (2009).

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