Introducción
Nuestra quinta invitada a Actos Diversos es Sofía Hernández Chong Cuy. Mexicana de origen, Sofía es curadora de arte contemporáneo de la Colección Patricia Phelps de Cisneros. Desde 2012 organiza el Seminario Fundación Cisneros, que se lleva a cabo cada año en Caracas. Su más reciente curaduría es Mario García Torres – Caminar juntos para el Museo Tamayo en la Ciudad de México.
Sofía escribió “Segunda Persona” en inglés para su blog Sideshows en 2013 y en 2016 fue traducido al español por Backroom Caracas para esta publicación. El texto abre el camino para un reconocimiento de la fragilidad y —por medio de un desdoblamiento narrativo— nos pasea por los síntomas de su aceptación: encarar la enfermedad, la vejez y el dolor a través del afecto. Sumergidos en la lectura podemos intuir —como apuntó Clarice Lispector— «que en la mano débil cabe el mundo».
Nathalia Manzo
Para ti, el resfriado común no es común en absoluto; la influenza dista mucho de influenciarte; un dolor de estómago es más una leyenda urbana que un malestar interno; infección es sinónimo de inspiración; un virus es algo que ataca a las computadoras; la enfermedad, un invento de la Antigüedad controlado en cierto modo por la modernidad; epidemia, un subgénero de la ficción apocalíptica; la depresión y sus variantes son barómetros de la tolerancia cultural y las convenciones sociales de un dado contexto.
No es que te suscribas a estas conjeturas del todo. Tan solo son las maneras en las que has experimentado estos males.
El padecimiento es una rareza, un visitante esporádico. Y mientras le das una calada a tu cigarrillo, reconoces que no es que te cuidas mucho que digamos. Simplemente el bienestar te acompaña. Lo más seguro es que la ausencia de enfermedades sea una cuestión de suerte. Bueno, puede ser también porque creciste en un lugar del mundo que está muy contaminado, donde entraste en contacto de forma natural con la mayoría de los gérmenes; te volviste inmune.
Ay, pero cuando la enfermedad sí te ataca, su visita es despiadada. Afecta todos tus sentidos.
Algo le pasa a tu ojo que te enceguece momentáneamente. Una nimiedad te altera el oído y te deja sorda por unos días. Un coso crece en tus cuerdas vocales dejándote temporalmente muda. La causa más plausible de estas dolencias: agotamiento. Tu cuerpo dice basta —ya ha visto, escuchado o hablado demasiado. Tus sentidos literalmente se desconectan. Te dejan quieta. Enferma. Incapacitada. Vulnerable e indefensa. Rendida a los cirujanos, sus tratamientos, operaciones y maquinaria.
Ahí es cuando una fe absoluta en seres abstractos, así como la firme creencia en la tecnología se apoderan de tu cuerpo. Elevas tus plegarias. Adoptas los antibióticos. Haces curas holísticas. Practicas brujería. Ya lo has probado todo. Antes había funcionado, sí. No obstante, nada de esto remedia lo que ahora te aqueja.
Esta vez, por primera vez, es tu sentido de intuición el afligido. Te mareas al ver una fuente. A menudo se te olvida colocarte el trajecito de teflón. Estás sobre sensible. La sospecha está a un paso de la consciencia. Las cosas te afectan más de lo necesario. Quizá estés exagerando, te dice la intuición, y con esa mera insinuación le exiges volver a trabajar.
Pero afortunadamente esta vez has detectado los síntomas del malestar antes del colapso. Algunos son evidentes. El lado derecho de tu cerebro siembra canas. Una falla sísmica se profundiza entre tus cejas. El extremo superior de una oreja se enrojece. Otros síntomas son invisibles, sin embargo los percibes. El músculo debajo del esternón palpita irregularmente. La sangre se calienta. Tu metabolismo se acelera.
Le señalas estos síntomas a los demás, para ver si los notan; para ver si pueden ofrecer un diagnóstico; para ver si pueden recomendar antídotos. En vez, te dicen que no te preocupes. Tus amistades te aclaran que sólo estás envejeciendo. Tu familia te comenta que es la vida, vivida intensamente. Tus colegas te indican que es estrés. Todos sugieren unas vacaciones. También consultas a todo tipo de expertos. Tu estilista te aconseja que te tiñas el pelo; tu profesora de yoga, que permanezcas más tiempo en las posturas; tu psicoanalista, que aumentes la frecuencia de las visitas. Tu médico te da unas cremas y receta probióticos.
Todo esto te parece desacertado. Sientes que no has explicado bien los síntomas o que simplemente han hecho un diagnóstico equivocado. Te preguntas si tiene que ver con que los dolores no acompañan a este malestar —y si existen, entonces tu cuerpo tiene demasiada tolerancia para asumirlos o exteriorizarlos. Sin manifestaciones aparentes, cualquier prueba de tu padecimiento pareciera imaginaria.
Uff, al solo pensar eso, tus instintos te suplican aliviarle. Y otra vez has puesto a tu sentido de la intuición a trabajar.
Desde hace tiempo, este boicot de la intuición ha parecido inminente, y has decidido enfrentarlo. Aceptarás atenderle. La intuición es tu sentido más preciado. La necesitas más que a nada. La quieres. Confías en ella. Sabes que es insustituible. No hay ninguna prótesis que la reemplace y la inteligencia artificial no está aún tan avanzada como para fiarle. Además, conoces a tu cuerpo mejor que nadie. Debes actuar y tienes el presentimiento de que la resistencia es parte esencial de cualquier acción a tomar.
He aquí la cura preventiva autorrecetada que has preparado: pasarás la toma de decisiones del lado derecho al lado izquierdo del cerebro. Mejor que la melanina disminuya de ese lado del cerebro, piensas, y tan solo así deduces que es mejor lidiar racionalmente con ciertos asuntos. La mayoría de ellos. Aunque sea de forma transitoria. Quieres sentir tu intuición en primera línea, pero ahora es esencial que la dejes reposando y sanando por un rato. Lo has racionalizado. Está de acuerdo. Se tranquiliza.
El reto del tratamiento será obviar la creencia de que el sentido común está reemplazando al de la intuición. Y estás preparada para enfrentar ese desafío.
Consigues un ejemplar de La enfermedad y sus metáforas de Sontag. Descargas las novelas de Lispector. Te sumerges en los poemas de Laguna. Vas a menudo a cafés que se llaman Barbarela, Alto Astral y otras cosmicidades por el estilo. Incluso encuentras tiempo para la soledad en el siempre aislado Everest. Aprendes un nuevo idioma, y en ese proceso de aprendizaje infantilizante te aferras a las palabras básicas, olvidas la complejidad, haciendo caso omiso de las conjunciones, es decir, de la intención, porque, de hecho, eres incapaz de acabar de comprenderles… por ahora. Eso crees.
Te interesas por el cáncer, no tu signo zodiacal, sino la enfermedad que se ha apoderado de amigos cercanos. Eso te incursiona por el duro camino de la empatía que tanto habías esquivado. Haces frente a los signos de la vejez en tus seres queridos, reconociendo en el proceso eso de filtrar recuerdos y disminuir funciones, argumentos cuestionables del deskilling. Sin duda, ese el curso de compasión más difícil al que te has inscrito. En el transcurso irás asumiendo esas dolencias que, hasta hoy, solo se habían presentado como lecciones de vida —lecciones que antes habías evidentemente reprobado, pero en las cuales ahora profundizarás.
Imagen: “I’s for the Cubies’ Immense Intuition” del libro The Cubies’ A B C de Mary Mills Lyall y Earl Harvey Lyall (USA: G. P. Putnam’s Sons, 1913), tomado de 50watts.com a partir de Beinecke Rare Book & Manuscript Library de la Universidad de Yale, y llega aquí gracias a Mario García Torres.
*Acerca de la autora:
Sofía Hernández Chong Cuy es la curadora de arte contemporáneo para la CPPC, una posición que ha ocupado desde el 2011. Durante la última década, Sofía fue directora del Museo Tamayo en Ciudad de México, y mantuvo posiciones como curadora en Art in General y Americas Society en Nueva York. Ha trabajado en exposiciones para Kadist Art Fundation en París, MALBA en Buenos Aires, el Centro de Arte Contemporáneo en Vilnius y MUSAC en León. Sofía fue agente para DOCUMENTA (13), 2012 en Kassel. También fue la directora artística y curadora en jefe de la novena Bienal do Mercosur en Porto Alegre, la cual tuvo lugar del 10 de septiembre al 10 de noviembre de 2013 en Porto Alegre, Brasil. Sofía escribe regularmente para catálogos de exposiciones, revistas y en su blog sideshows.org.