Thom Yorke, un vacío habitado por lo urgente

A Moon Shaped Pool

«Entonces en tu vida, sobreviene una oscuridad, hay una nave espacial bloqueando el cielo…» está en la superficie dispuesto a ser leído, no en las profundidades para ser interpretado; está sobre la línea de visión que dibuja el horizonte. En esta primera estrofa de Decks Dark, contenida en el nuevo disco de Radiohead, A Moon Shaped Pool, se puede captar el pánico. «Y no hay dónde esconderse. Corres al patio y te tapas los oídos, pero es el sonido más fuerte que has escuchado jamás».

 

Es lo alienígena, lo extraño, lo siniestro que ha advenido. «¿Estamos todos atrapados? Gente muñeco-de-trapo». Gente hecha de tela de muñeco de trapo, «incapaces de resistir, en nuestra hora más oscura». Así como «somos los hombres huecos… embutidos de paja»(*), según Eliot.

 

Los elementos de la vida de Thom Yorke en este disco  –los efectos de la pérdida de su relación con su mujer, fundamental en su vida–, dejan señales por todo el recorrido de A Moon Shaped Pool. Eso puede distraernos. Así como los elementos bellamente disonantes en la música nos distraen del hecho de que está construida para señalarnos un vacío habitado.

 

Para no distraernos hay que desarmar, analizar, lo que puede producir un efecto. Hay que separar el efecto de lo que lo cierra, describir lo que delinea, mostrar qué está señalando. Este es el uso de la palabra «interpretación» en el psicoanálisis lacaniano contemporáneo. Así como el término «inconsciente» se presta al malentendido de que se trataría de algo que está en unas supuestas profundidades de la conciencia, el término «interpretación» se presta para pensar que se trata de una extracción de sentido a partir del enigma. Pero al interpretar, los psicoanalistas usamos el enigma para señalar el límite donde puede captarse que toda la potencia de la lengua es una ilusión, que su potencia no tiene un más allá.

 

Lo urgente se lee desde lo inconsciente, pero como hemos visto, en eso hay un truco. Pues lo que llamamos «lo inconsciente» está repartido entre lo que no se puede decir y lo que no se puede decir. Primero está lo que no se puede decir porque está censurado –para tratarlo, el psicoanálisis recupera el dispositivo de la verdad de esa suerte de chivera donde lo metió la postmodernidad– y, por otro lado y más importante, está lo que no se puede decir porque resulta materialmente imposible, porque no hay con qué decirlo, porque no existe lo que permitiría decirlo. A Moon Shaped Pool nos recuerda que lo indecible, en tanto que la lengua no tiene suficiente material para decirlo, no es un terreno exclusivo del psicoanálisis.

 

El inconsciente es ese litoral entre ambos conjuntos. Y he aquí una gran dificultad del hecho de hablar: sin lo que no se puede decir porque está censurado, sería imposible tocar lo que no se puede decir porque no hay con qué decirlo. Lo que no se puede decir todavía enmascara y encubre lo que no se puede decir y punto.

 

En A Moon Shaped Pool, para lo que no se puede decir tenemos el efecto de la poesía, y para lo que no se puede decir tenemos los efectos de la música. Este es un uso de la música para señalar el vacío y lo urgente que aparece allí, sin taparlo con el sentido. Cuando surge lo urgente, evitar la turgencia. ¿Pero se puede practicar esta disciplina?

 

Lo censurado es el horizonte de sucesos del agujero negro de lo imposible. El horizonte de sucesos es brillante e interesante, llama la atención, puede uno quedarse ahí girando, dando recorridos indefinidamente; por ejemplo, en la historia de lo que le costó al artista poner en poesía la urgencia que sobrevino en su vida. Pero eso evita que se palpe, que se experimente el agujero negro –que no es sólo un vacío sino que, como él lo expresa, es una presencia indescifrable.

 

Lo urgente, en tanto traumático, se puede tomar desde la perspectiva de eso que imprime la necesidad absoluta de producir una solución; pero también desde la perspectiva de eso que delinea lo que no se puede decir y punto. Estas dos perspectivas de lo urgente no son excluyentes. En la primera se satisface la psicoterapia. El psicoanálisis, en cambio, sin desechar la primera perspectiva, postula que no hay solución estable sin darse un paseo por la consecuencia de delinear lo que no se puede decir y punto.

 

A pesar de la ilusión de los derechos humanos, que nos hacen pensar que deberíamos estar protegidos, siempre habrá urgencias y quizá, debido a la globalización, se harán cada vez más graves e involucrarán a más gente. Lo decisivo será qué haremos con esas nuevas urgencias, qué uso les daremos. No se trata de un discurso de la resiliencia ni de la adaptación. Mucho menos del sacar ventaja personal mientras todo se hunde, esa versión contemporánea de la moral, a mitad de camino entre el hedonismo y la canallada. Se trata de un discurso sobre lo inefable y lo insoslayable que encuentra un paradigma en lo inefable y lo insoslayable que habita el propio cuerpo, ese agujero negro del cual la «mente» es el horizonte de sucesos.

 

En la práctica psicoanalítica muchas veces se escucha que, en el apremio de las urgencias contemporáneas, quien nos habla ha llegado a convencerse de que lo urgente causa la aparición de una anormalidad de la cual quiere desembarazarse. Por el contrario, esa urgencia hace posible la localización de un enredo específico que había sido velado por la ilusión de la normalidad.

 

Es esto lo que Thom Yorke nos enseña con este disco: que es cierto que sólo se trata de «una risa, una mentira», que el sentido «es lo que sea que digas que es… en infinitos divididos», pero también que en ese lugar puede revelarse una «dulce oscuridad».

 

Decks Dark

Then into our life there comes the darkness
There’s a spacecraft blocking out the sky
And there’s nowhere to hide
You run to the back and you cover your ears
It’s the loudest sound you’ve ever heard
And all we trapped rag doll cloth people
We are helpless to resist
Into our darkest hour
But it was just a laugh
Even at this angle
And so we crumble
A ten-ton head made of sand
Oh this dread circumference
You gotta be kidding me
The grass grows over me
Your face in the glass
It was just a laugh
It’s whatever you say it is
In split infinities
When you’ve had enough of me
Sweet time

Sweet dark

 

(*) «We are the hollow men… filled with  straw». T.S. Eliot.


 

*Sobre el autor

Carlos Márquez es psicoanalista practicante en Caracas. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana. Autor de Sujeto, capitalismo y psicoanálisis (2012), Zombis, rinocerontes y la verdad en psicoanálisis (2013) y El amanecer de lo singular (2016), editados en Caracas por Grafismo Fondo Editorial y Araca Editores. Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela.

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