El chiste político en Venezuela y sus implicaciones con el fascismo

Louis-Leopold Boilly. «Réunion de 35 têtes diverses» (circa 1820).
Louis-Leopold Boilly. «Réunion de 35 têtes diverses» (circa 1820).

Es posible que alguno de ustedes recuerde el capítulo de Seinfeld en el que un rabino vecino de Elaine difunde un secreto que ella le confía. Estaba celosa porque su amigo George, un perdedor, se había comprometido e iba a casarse primero que ella, quien no lograba siquiera mantener cierta estabilidad en sus tanteos amorosos. El rabino, por supuesto, le cuenta a Jerry la bochornosa confidencia. Cuando Elaine aparece furiosa en el departamento de Jerry, quejándose de que el rabino regó su secreto, éste le dice: “Elaine, si me permites decir aquí algo acerca del pueblo judío… ¡Ese hombre no representa de manera alguna nuestra capacidad para enterarnos de algún chisme bien jugoso y quedárnoslo callado!”(1) No se preocupe el lector si desconoce la fuente a la que hacemos referencia. Si nunca vio Seinfeld, no es algo que YouTube o un Torrent no puedan solucionar.(2) Lo que nos interesa destacar aquí es el texto del comentario de Jerry Seinfeld, quien, junto con el cocreador de la serie, Larry David, forma parte de la comunidad judía norteamericana. Situado en contexto, este chiste, sin duda, se guarda algo más.

 

Fue Sigmund Freud, en 1905, quien publicó un prolijo ensayo titulado El chiste y su relación con lo inconsciente. En él destacaba, con la minuciosidad científica que lo llevó a situarse al margen de la ciencia, los posibles desplazamientos, dispositivos y funcionamientos característicos y particulares de la elaboración del chiste –el Witz, como lo llamó originalmente en su lengua– en el aparato psíquico. Recordemos que, junto con el lapsus, el sueño y el olvido, el chiste es considerado una de las manifestaciones claves del inconsciente. Incidentalmente, en ese texto aparece un planteamiento que me hace pensar en el comentario de Jerry Seinfeld. Dice Freud –a propósito de los judíos que hacen chistes fuertes sobre judíos– que parecieran ellos mismos envueltos en la condición del chiste y que el significado de esa condición es que la persona halla “matizada” la crítica o las agresiones directas, siendo capaz de soportarlas sólo mediante algunos rodeos (3). De esto podemos deducir que, así como le ocurre a un sujeto, hay algo que se le devela a un pueblo como lo horrendo de sí y que le es imposible tramitar de otra forma simbólica que no sea mediante el chiste.

 

El chiste alberga un modo de goce. En su condensación de lenguaje, nos dice Freud, ocurre un ahorro de gasto psíquico —entendamos el gasto psíquico como un trabajo del pensamiento o como mera elaboración del habla sobre un nudo problemático (lo que ocurre en un análisis)—. Es decir, en la fórmula del chiste no hay elaboración narrativa, en cambio sí una condensación que lo hace funcionar como dispositivo que causa un efecto. Eso que produce el efecto queda implícito, no verbalizado. El gasto que se ahorra, el cual sólo produce un goce momentáneo (una risa), buscará siempre encontrar su descarga en otro lugar.

 

Si volvemos al comentario de Freud, esa condensación profunda de goce que guarda un chiste –goce que produce tanto satisfacción como displacer, por estar inscrito tanto en el orden del lenguaje como de la falta– pareciera oponérsele a la elaboración del pensamiento o la palabra. Para situar un ejemplo, es por ello que Freud opone el chiste al acertijo, pues en el segundo, a diferencia del primero, hay un requerimiento de gasto psíquico: para resolver el acertijo es necesario pensar.

 

No se preocupe el lector, esta será la única densidad teórica que desplegaremos en el texto. Sigamos adelante.

 

¿Qué es un chiste político? Un chiste sobre judíos es un chiste político, así como lo es cualquier otro que haga alusión a la condición imaginaria –en todo imaginario hay un núcleo problemático– de un pueblo o una nación. En Venezuela nos hemos valido generosamente del chiste político. Cierto es que tenemos en nuestra tradición una relación cercana con el chiste político, lo que ha posibilitado –a buen entendedor, pocas palabras– el humor político. Recordemos, por ejemplo, la revista El Morrocoy Azul (1941), fundada por Miguel Otero Silva, en la que destacaron también las plumas de Andrés Eloy Blanco, Aquiles y su hermano Aníbal Nazoa; la revista El Sádico Ilustrado (1978), dirigida por Pedro León Zapata, con colaboraciones de una larguísima lista de escritores e intelectuales venezolanos de la época; el semanario El Camaleón, fundado por «Graterolacho», que hizo vida en la cultura venezolana entre los ochenta y noventa; y ya del formato televisivo, durante más de 40 años, la Radio Rochela.

 

¿Pero qué lugar ocupa el chiste político en la crisis que hoy nos circunda? Partamos, en primer lugar, de una afirmación: en la polarización no hay discurso capaz de tramitar una posible tolerancia de la crisis (sus dificultades y horrores), porque ninguno supone una elaboración; al contrario, el discurso polarizado es el de la certeza, de la repetición, el de la pura especulación sin interrogantes. En todo discurso polarizado hay un proyecto de hacer desaparecer la diferencia. El impasse político –que no es más que una complicación delimpasse cotidiano con el otro– en la polarización no se dirime en términos del pensamiento y la palabra, sino desde el desconocimiento o el exterminio de la diferencia. Ahora bien, en una sociedad polarizada, mediada –hay que decirlo– por una devastadora crisis simbólica (esto es, nada o poco se sostiene por el uso de la palabra que alberga el lazo social), el chiste aparece como el único recurso para tocar eso real –horroroso– que se resume muy bien en las preguntas de escucha y enunciación frecuente: ¿qué nos pasó? ¿qué nos está pasando?

 

Creo que no nos equivocamos al afirmar que hoy El Chigüire Bipolar, así como una que otra producción casera, son los espacios por excelencia donde el chiste condensa eso de lo que no se quiere saber. La rabia contenida, el desconsuelo, la incertidumbre, el temor, la desilusión, encuentran en el efecto del Witz el horror de lo real que se avecina. Tomemos como ejemplo sólo un tópico de este horror: los linchamientos. El 5 de abril del presente año El Chigüire Bipolar titula, en la sección Nacionales, lo siguiente: “INAMEH pide que dejen de quemar malandros porque aumenta la calima”. Seguramente, en este momento usted hizo un gesto agraciado, se sonrió; y por supuesto, es genial el efecto que produce. Por esas fechas recuerdo la noticia de que en la comunidad de Los Ruices habían linchado y quemado vivo a un joven inocente –un chef– por confundirlo con un malandro. “Confundirlo” es un eufemismo, ¿cómo diferencia una masa enardecida? Esos hechos son del orden de lo real y de eso no se habla.

 

Se sabe que, ante la ineficiencia de la fuerza pública, mucha gente se ha visto al menos interrogada, cuando no llevada como esos vecinos de Los Ruices, por la imagen de una venganza justiciera. ¡Qué horror! ¡Jamás!, dirán algunos; ¿Qué más queda?, dirán otros. Pero el puro imaginario se sigue imponiendo a lo simbólico, un imaginario cargado de real –«lo real es sin ley», dijo Lacan. Llegado a este punto, es preciso aclarar que el orden de la crítica no va dirigido hacia la condena del chiste político, todo lo contrario: ¡que prevalezca todo uso del lenguaje, todo ingenio en la vida política de una sociedad! El señalamiento viene a mostrar que, por un lado, se encuentra el chiste político como lo único que se comercia y, por el otro, el imaginario desbordado en su forma más brutal –¡quiero esto y lo tomo!–, no mediado por ninguna norma. Entretanto, la discusión pública, la que nos compete a todos, la del uso político del lenguaje, está ausente. Mientras, permanecemos expectantes a los restos que emanen de la polarización.

 

El gasto psíquico que demanda en cada uno de nosotros un escenario tan complejo como el de Venezuela, y que encuentra en el chiste político un ahorro, se desplaza en el cuerpo hacia otras zonas, se relocaliza y agencia un malestar. En algunos casos –en el mejor de los casos–, esa energía desemboca en procesos creativos o deportivos; en otros, en la violencia más cruenta. En Venezuela el fascismo pareciera ocupar el otro polo del chiste político: ahí se juega ese imaginario de exterminio de la diferencia que no encuentra en el centro, en el corazón de la sociedad, una vía para tramitar la crisis por la palabra.

 

Notas

(1) “Elaine, if I could say a word here about the Jewish people… That man in no way represents our ability to take in a nice piece of juicy gossip and keep it to ourselves!

 

(2) Se trata del segundo episodio de la séptima temporada, titulado “The postponement”.

 

(3) En la traducción de Etcheverry, la cita reza así: «(…) parece destacarse la condición de estar envuelto uno mismo, y el significado de esta última condición residiría en que así la persona halla estorbada la crítica o agresiones directas, que sólo mediante algunos rodeos le resulta posible». Freud, Sigmund (1991) Obras completas. Tomo VIII, El chiste y su relación con el inconsciente. Amorrortu editores. Buenos Aires. Pág. 136.

 


 

Sobre el autor:

Jordi Santiago Flores (Caracas, 1984) es investigador del Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales de la Universidad Simón Bolívar (CICSC-USB). Profesor de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Es tesista de doctorado en la línea de investigación Psicoanálisis y Ciencias Sociales del doctorado en Ciencias Sociales de la UCV. Sus campos de trabajo giran en torno al psicoanálisis, el arte y la política. Hace parte, en calidad de Asociado, de la Nueva Escuela Lacaniana, sede Caracas.

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