Las puertas giratorias: de Artaud a Morrison

There are things known
and things unknown, and
in between are the doors.

 

En 1936 el poeta francés Antonin Artaud desembarca en el nuevo mundo con la intención de experimentar los rituales Tarahumaras y probar el peyotl, un narcótico ritual al que llama la planta-principio, puesto que cree que posee la virtud alquímica de transmutar la realidad y hacer caer al iniciado hasta el punto en que todo se abandona para volver a empezar. Le interesaban particularmente los indios americanos por conservar la capacidad de entrar en trance ritual, manteniendo así los estrechos vínculos con la naturaleza y la vida.

 

Se cuenta que un par de décadas después, durante un viaje por las interminables y solitarias carreteras del sur de los Estados Unidos, la familia Morrison se encontró con un accidente automovilístico que había signado trágicamente a una familia de indios. En el pavimento yacía un hombre moribundo que cruzó miradas con el pequeño Jim en el instante justo de su extinción. Morrison conocía la creencia que el espíritu de un indio acompañará a quién lo ve morir, así que por el resto de su vida se sintió en presencia de aquel hombre. En el poemario de Jim Morrison Poemas ocultos encontramos unos versos que expresan la influencia determinante de este hecho en la vida del músico:

 

Bird of prey,
Bird of prey flying high, flying high
Am I going to die
Bird of prey,
Bird of prey flying high, flying high
Take me on your flight
Indian’s scattered on dawn’s
Highway bleeding
Ghosts crowd the young child’s
fragile egg-shell mind
Underwaterfall, Underwaterfall

 

A los efectos, asumiremos estas dos experiencias como los actos iniciáticos de Jim Morrison y Antonin Artaud en el ámbito ritual, algo que influirá y los determinará profundamente como creadores, buscando devolverle al arte su antigua cualidad esotérica y ceremonial, devolverle la capacidad de renovar los lazos con la otredad.

 

Para poder relacionarnos con las visiones estéticas de Artaud y Morrison, debemos dejar de lado la idea de arte como entretenimiento, inversión culta del tiempo libre, u objeto intocable, protegido por una urna de vidrio e iluminado por el neón blanco del museo. El arte será la puerta giratoria, el lenguaje que precisa el alma para manifestarse, el medio por el cual podríamos recuperar la sensación de unidad indisoluble entre cuerpo y espíritu, palabra y cosa, gesto y realidad.

 

Lo que principalmente relaciona a nuestros creadores, es la pretensión de devolverle a la escena las cualidades evocadoras y transformadoras que tuvo cuando aún era rito. Jim Morrison, en el concierto Celebration of the Lizardd (1970) realiza una introducción que deja constancia de la intención de sumergir al espectador en un viaje metafísico transformador: Is everybody in? The ceremony is about to begin. Take a few deep breaths, think about your eventually end and what’s gonna happen tonight. These evening is being taped for eternity and beyond that too. Don’t worry, the operation won’t take long and you’ll be much better in the morning. Nos dice Artaud en El teatro y su doble (1938): El teatro debe intentar alcanzar las regiones más profundas del individuo y crear en él una especie de alteración real, aunque oculta, cuyas consecuencias serán percibidas más tarde.

 

The Doors, The Roundhouse, Londres, 7 de septiembre de 1968.
The Doors, The Roundhouse, Londres, 7 de septiembre de 1968.

Para Artaud, la predominancia de los sistemas de pensamiento occidental nos ha hecho perder la conexión con lo mágico. Afirma que esta infección de lo humano ha corrompido lo divino y que es necesario destruir, revolucionar y reformar las ideas de la vida en una época en que nada adhiere ya la vida. Así, el gesto escénico no será gratuito ni responderá a fines políticos o sociales inmediatos, se trata de una fuerza viviente que es al mismo tiempo transitoria y trascendente: sucede una sola vez en un momento y un espacio determinado, pero pretende hacer resonancia en lo eterno del ser, lo que nos une con todas las cosas del mundo. Se trata de destruir e inquietar el pensamiento racional, ese que nos aleja de lo primordial, volver a sentir y a comprender las energías vitales de nuestro mundo. Parece que tanto para Artaud como para Morrison, es necesario recobrar esa fuerza viviente, y será el acto creador el medio refinado para comprenderla y ejercerla.

 

La intención es inducir un trance, realizar mediante la estimulación ritual y mágica una alquimia mental que manifiesta estados espirituales de los que hemos perdido contacto. Estados inmersos en lo poético, la liberación del abrazo asfixiante de ser uno mismo, diluirse en el todo: la posibilidad de relacionar las cosas más insospechadas entre sí, de manera hermosa y terrible. Vislumbrar brevemente el destello de luz que desprenden los filamentos cuidadosamente enhebrados, los delicados hilos dorados que tienden puentes mágicos entre las cosas. Percibir por un breve momento el mundo como un gran Aleph, un lugar de confluencia mística en el que se diluyen las relaciones espacio-tiempo, el milagro de la existencia misma. Diluir el límite establecido por el lenguaje, el tiempo, las máscaras, los símbolos, la propia consciencia de ser alguien y estar en un lugar. En la pieza «Lions in the street» de The Doors encontramos una estrofa reveladora: This little game is fun to do, just close your eyes there’s no way to lose, I’m right here release control, we are breaking through.

 

Para que esto sea posible los creadores deben echar mano de recursos simbólicos: gestos en el espacio, elementos visuales y sonoros. Artaud propone la utilización de sonidos chirriantes, gritos, danzas frenéticas y elementos rítmicos. Podemos encontrar todos estos elementos utilizados para este fin en toda la propuesta de The Doors, pero particularmente encontramos en el álbum Celebration of the Lizard la explotación máxima de esta técnica de inducción: sonidos disonantes y repetitivos, un tono de voz desgarrado, quebrado y gritos como aullidos animales. Podemos ver a Morrison cantando de espaldas al público como si se tratara de un antiguo rito latino, o tumbado en el piso del escenario como si observara el movimiento de la bóveda celeste sobre la arena del desierto. Para el escucha es posible sentir miedo, estremecimiento, percibir vestigios de la oscuridad interior, de lo irracional: un sobrecogimiento y el posterior contacto con la otredad, en palabras de Artaud, con otra realidad peligrosa y arquetípica, donde los principios, como los delfines, una vez que mostraron la cabeza se apresuran a hundirse otra vez en las aguas oscuras.

 

Jim_Morrison_Stage

 

Sin duda, una experiencia así implica la exposición a una violenta fuerza vital que precipita el alma a un desdoblamiento. La concepción ritual del arte que Artaud y Morrison sostienen, tiene la intención de desencadenar una suerte de exorcismo, una alteración que permite darle lugar nuevamente a esas formas mágicas, imposibles y caóticas, que han sido suprimidas por la preeminencia del pensamiento racional. En palabras de Artaud sería una especie de sol extraño, una luz de intensidad anormal, donde parece que lo difícil, y aún lo imposible, se transforman de pronto en nuestro elemento normal. No tiene que ver con la trascendencia del espíritu, ni con el contacto con una divinidad superior, busca la inmanencia del ser en el mundo.

 

La escena será entonces algo sagrado, como todo rito, un acto de consumación entre la vida y la muerte, estado febril de reconciliación con la naturaleza dual del ser. Dice Artaud: el acto teatral es un acto vital, vida que se trasmuta en muerte, sólo concebible subsumida en la muerte, Eros y Tánatos a un tiempo. La pulsión de vida y la pulsión de muerte latiendo a un tiempo: un apetito de vida ciego que es capaz de pasar por encima de todas las cosas, transgredir todos los límites, quebrar todas las barreras de lo real, en el deseo loco de fundirse con las cosas; anhelo que conllevará a una irrevocable extinción del ser como unidad, a un fin, a la muerte. Eros y Tánatos se muerden la cola como dos serpientes copulativas, arrastrando al ser a un desgarramiento de lo unitario cuyo resultado final es la muerte, el retorno al caos: abismo ciego, gran bostezo, espacio ilimitado en el que es imposible que algo tome forma, pero que significa al mismo tiempo la posibilidad generadora de todas las cosas.

 

Así, lo erótico es oscuro puesto que está mezclado con lo tanático, lo identifica con todo lo sucio, abyecto, infamante del hecho de vivir y de precipitarse hacia la vida con un vigor natural e impuro, y una fuerza siempre renovada. Para Artaud, los antiguos mitos recogen con eficacia esta atmósfera, podemos pensar entonces en el oscuro útero de Gea como el primer caos en el que descansan los seres sin la posibilidad de ser, y en Cronos castrando a su padre como el primer crimen que desencadenará la ruptura hacia la vida. La madre como el Eros creador, el padre como el tánatos destructivo, la dualidad vital. Morrison también utiliza referencias míticas para ilustrar esta compleja ambivalencia, es posible escucharlo recitando una suerte de verso en la pieza «The End»:

 

–Father

–Yes son?

–I wanna kill you

–Mother

–Yes son?

–I wanna fuck you

 

Una clara alusión al mito Edípico, que nos presenta la misma idea: el incesto fue cometido por ignorancia, puesto que Edipo existe dentro del caos, hasta el momento de cometer el hecho de sangre que le permitiría conocer su identidad, reconocerse y así poder ser. El hecho de sangre como acto liberador que desencadena fuerzas y posibilidades, en palabras de Artaud: la vida es siempre la muerte de alguien. El ser y reconocerse en relación con la vida es un acto de libertad y toda libertad es oscura, se confunde infaliblemente con la libertad del sexo. Así, el acto de liberación, del reconocimiento del ser, es al mismo tiempo un poder sobre las cosas. Encontramos un poema de Jim Morrison titulado «Power» que ilustra este argumento:

 

Jim Morrison Boca

 

I can make the earth stop in its tracks. I made the farthest things, I can change the course of nature
I can place myself anywhere in
space or time
I can summon the dead
I can perceive events on other worlds. In my deepest inner mind,
& in the mind of others, I can
I am

 

Tenemos en cuenta que el teatro moderno y el rock psicodélico son manifestaciones diferenciables, sin embargo, nos interesan en el sentido de su capacidad expresiva y transformadora. Será la escena de nuestros dos grandes creadores un elemento activo de la inteligencia, una búsqueda incesante por recobrar el contacto mágico con las cosas, un medio para extender las fronteras de lo real que han sido coartadas por el pensamiento racional. La música no es sólo música, el teatro no es solamente teatro, ambas pertenecen al campo de lo expresivo y no podríamos, ni quisiéramos, separarlos en un intento meramente enciclopédico o esteticista, nos interesa su valor profundamente transformador. Los reconciliamos en la medida en que nos permiten recobrar la capacidad de percibir el mundo como un ente total, en palabras de William Blake en «Visión memorable»: If the doors of perception were cleansed everything would appear to man as it is, Infinite. For man has closed himself up, till he sees all things through narrow chinks of his cavern.

 

Referencias

Artaud, A. (1978) El teatro y su doble. Edhasa, Barcelona

Castaneda, C. (1968) Las enseñanzas de Don Juan. Formarse, Buenos Aires.

Deleuze, G. (1971) Nietzsche y la filosofía. Anagrama, Barcelona.

Morrison, J. Los poemas ocultos. Distal, Buenos Aires.

Nietzsche, F. (1998) El nacimiento de la tragedia. Edaf, Buenos Aires.

 


 

 

*Acerca de la autora

Isabella Paniz: Editora y crítico licenciada en Artes en la Universidad Central de Venezuela. Cursante de la maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos, UNTREF Buenos Aires.

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