La imagen de la deglución como pulsión de muerte es una poética que no alcanza a cumplir una centuria. Es cierto que la representación del hombre en torno al banquete es tan antigua como la civilización egipcia. En las pinturas halladas en la tumba de Nebamun (1400 A.C.), quizás uno de los registros pictóricos más importantes de aquel entonces, se evidencian los grandes banquetes celebrados en ocasión de casamientos, actos litúrgicos  y funerales; no obstante, en cada uno de ellos, se trataba de un anudamiento a la vida. Durante la edad media los banquetes fueron símbolo de poder y mandato divino de goce. En torno a la mesa se cerraron importantes pactos, se preludiaron campañas de guerra, se tramaron los discursos que ordenaban el espinal social. Era la puesta en acto del poder político.

 

La última cena (pintada por Leonardo Da Vinci entre 1495 y 1497) no solo es uno de los principales símbolos pictóricos del renacimiento, es también, y esencialmente, la representación que inaugura la muerte de Dios –sentencia que Nietzsche sostendría pocos siglos después–, no a manos de los hombres, sino de la política. Jesús es negociado al poder. Esta imagen marca, por decirlo así, la separación de dios como discurso ordenador de la cultura para dar entrada al cogito cartesiano –pienso, luego existo–, gesto que significó el inicio del proyecto moderno a cargo de la razón.

 

¿Quiénes son los personajes que integran el texto de Next floor?, ¿en qué época se inscriben?, ¿qué relaciones de poder se establecen entre los comensales? No se sabe. La primera clave de lectura es que el universo ahí representado se cimienta en el banquete como imagen fundante de lo político –entendiendo lo político como el mero establecimiento del vínculo social. La segunda es que, sin embargo, hay algo en el texto que salta sobre los cimientos, y que habla, ahora sí, sobre un rasgo de época, un modo de establecer el vínculo, a saber: el consumo.

 

Si bien no se develan las relaciones de poder entre los comensales, iguales todos en su condición de consumidores, hay un personaje que encarna el ejercicio del poder –lo que habla: “next floor–, el hombre (¿mercado?) sin cabello, cuyo rol es evidente: posibilitar el consumo, cubrir la demanda de comida (¿goce?) que, y aquí finalmente el texto visual destapa su sentido, está movilizada por el recorrido de la pulsión, la cual evidencia como rasgo fundamental de la contemporaneidad global un imperativo al consumo sin límites.

 

¿Hasta dónde puede bajar la lámpara? La respuesta, ya lo vemos, es un sin límite. Ésta, así se muestra en el texto (quizá el único momento resolutorio del argumento), acaba yéndose con los comensales por un negro agujero sin fondo aparente. Es el final de una obra que muestra la degradación material y simbólica de un banquete (¿una cultura?) que sin duda pone a hablar significantes de esta época.

 

En 1920 Sigmund Freud, inquietado por los impulsos de repetición que observaba en las manifestaciones sintomáticas de sus pacientes, se preguntaba si habría algo más allá del principio del placer –principio regulador de los estímulos dirigidos a la satisfacción–, llegando a la conclusión de que algo actuaba más allá y que apuntaba al regreso a un estado inorgánico, una equiparación a cero como estímulo en el sujeto vivo. Dicho de otro modo, no basta con comer para vivir, preciso es comer hasta morir. A eso le llamó pulsión de muerte.

 

Nuestro banquete no solo no alcanza a cumplir una centuria, sino que encuentra en la imagen del consumo la forma tenebrosamente más justa para narrar la pulsión: no basta consumir para vivir, preciso es consumir hasta morir.

 

¿Hasta qué piso?

 

 


 

Sobre el autor:

Jordi Santiago Flores (Caracas, Venezuela) es investigador del Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales de la Universidad Simón Bolívar (CICSC-USB). Profesor de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Es tesista de doctorado en la línea de investigación Psicoanálisis y Ciencias Sociales del doctorado en Ciencias Sociales de la UCV. Sus campos de trabajo giran en torno al psicoanálisis, el arte y la política. Hace parte, en calidad de Asociado, de la Nueva Escuela Lacaniana, sede Caracas.

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