Érika Ordosgoitti. Intervención al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Fotoasalto, 2011.

“Para que algo sea arte, tiene que reunir ciertas condiciones, entre ellas, que no sea real; tiene que ser una ficción, un discurso. Los artistas se valen de imágenes que no son del todo familiares. Algo destaca y pone en evidencia que ese objeto está intentando significar, decir, ofrecer una experiencia sensorial construida. Su existencia es posible solo a través de la trascendencia del instinto y en la afirmación del individuo como una autonomía. Al devenir de la angustia que implica emanciparse de la fuerza dominante para asumir no solo una postura crítica, sino una propia, el arte se expresa en cierta condición de inestabilidad, que evoca y convoca a la vez; exhorta a una experiencia de libertad emancipadora y empoderante, es decir, al ejercicio de la libertad efectiva.

 

La libertad, por supuesto, no es absoluta, ni total, ni plena, y está muy condicionada por influjos que no logramos advertir. Si la autonomía es deseable, ¿cómo pueden existir el orden y el Estado sin el control de un poder que nos anule el juicio o la capacidad moral?, ¿sin un poder que designe lo que está bien y lo que está mal? ¿Cómo se tiene un país sin patria? ¿Acaso la manipulación es un mal necesario para la humanidad?

 

La capacidad de ficcionar es lo que nos hace humanos. Todas las culturas han tenido sistemas simbólicos que se entretejen con la vida real y es a partir de esa cotidianidad que la ficción adquiere vida, cuerpo propio. La capacidad de ficcionar se relaciona con la de escuchar y leer. Al individuo que está buscando su plenitud se le entrega un legado, plagado de cosas avergonzantes y de otras muy valiosas; algunas las tomará para admirar –incluso desde el odio o el orgullo–, otras las querrá o le excitarán… Aunque se sabe precario, vulnerable y vulnerado, está dispuesto a vivir, a expresar su voluntad. Y no se trata, en esencia, de la necesidad de compartir (eso es posterior), sino del movimiento que surge de la urgencia de sentirte fuerte y ver ante ti algo que estuvo en tu sentimiento, en tu pensamiento o en tu nadificar. Aunque un artista esté hablando desde la depresión, está hablando, y si está hablando –aun queriendo morir–, entonces no está muerto. Puede tener inclinaciones suicidas y eventualmente sucumbir a esa fuerza, o puede sentirse empoderado en el acto de la muerte y, absolutamente consciente, decidir morir; entonces, aun en la muerte, puede expresar su voluntad.

 

La voluntad es el fundamento de la libertad y esta no existe sin construcción de la integridad del individuo. El arte en su estado puro es eso: la evidencia de una experiencia de transformación profunda, que es capaz de contagiar esa sensación, y por ello se vuelve exhortación. Es allí donde entra el Otro y la urgencia de compartir de la que tanto han hablado los antiguos.

 

Cuando haces arte, tu urgencia primaria es anterior a todo impulso filantrópico, a toda necesidad  por compartir o socializar los descubrimientos filosóficos o transcendentales del propio ser a través del ejercicio de su criterio; pero luego surge la urgencia de compartir y de ahí nace la obra, que es un objeto capaz de significar y que significa, de hecho. El arte genera confrontaciones dentro del individuo; complica porque enfrenta, carea. El artista quiere corresponder consigo mismo y por eso responde a autoexigencias, se vale de autolimitaciones, intenta ser  autocrítico, procura desprenderse de sentimentalismos para poder seguir investigando artísticamente. Cada obra es testimonio de un evento de libertad: lo evoca y convoca desde la declaración que afirma que la libertad es posible, que existe, aunque sea fugaz, incompleta e inestable, existe.

 

El cuerpo, la idea del cuerpo y la noción del propio cuerpo son ejes del arte. La inclusión del artista dentro de su propia obra es una declaración política. Hay que resistir a una fuerza que pretende imponerse y en esa resistencia te potencias hacia la materialización de tu propia voluntad. Pero nunca podrás afirmar tu voluntad sin renunciar a tus patrones, amos, padres o superiores; incluso a tus dioses. Seguramente habrás peleado con Dios y seguramente habrás ganado. Tu destino solo es tu origen y eso siempre puedes alterarlo.

 

Puedes cambiar el destino impuesto por tu origen: puedes librarte del legado, de prejuicios heredados; el machismo, la homofobia, la transfobia, el racismo, la xenofobia, son anclajes ramplones, históricamente condenados a perecer en las calderas de la vergüenza humana. Tienes que imaginar, visualizar realidades posibles; prever que tú también podrías cometer una estupidez similar a la de tus ancestros y que tendrías que deshacerte de muchos parásitos mentales implantados en la niñez. Podrías estar perpetrando una idiotez parecida al racismo y no te has dado cuenta, pero ¿cuál será? No eres capaz de verlo aún, porque no lo has descifrado, pero seguro está muy cerca. Esto te obliga a estar aún más alerta, ser capaz de advertir microrracismos, micromachismos, o formas de expresión del prejuicio que a la larga van definiendo tu relación con el entorno. El lenguaje modela.

 

No es casual que algunas palabras sean insultos. El desplazamiento semántico no es arbitrario, en él subyace una elección inconsciente, plagada de imágenes fantasmagóricas de los recuerdos y las fantasías, que ofrecen un oráculo a la psique. A través de palabras supuestamente inocentes, que no pretenden ofender (pero que de hecho lo hacen), se desnuda y modela a un ser humano.

 

Los burócratas que plagan el mundo querrán convencerte

de que les trabajes gratis

No lo admitas

A los gobiernos les gusta

perfumarse con tu sudor de vida

Hay una cloaca y es tu olor lo que la tapa

Se quieren embellecer contigo

Quieren que seas su alhaja

Quieren que tú seas su brillo

Porque están hasta el cuello

Instrumentalizan tu nombre

tu reputación

tu pulso vital

te secuestran

Secuestraron los símbolos y la memoria

Te quieren decir qué hacer a ti, a ti, que eres un adulto

Quieren reducir tu vida a hacer trámites y colas

Quieren reducirte a un supuesto trabajo

Quieren empobrecer tu criterio

y abaratar tu reputación

Hace falta un NO

Hay un NO entre tú y ellos y ese NO te fundamenta

Aparece el grito

que se queja y que llama

que deja y reclama

se deshace y se reconstruye”.

 

 

Este texto recoge la intervención de la artista del performance Érika Ordosgoitti durante la dinámica IN-TRANSIT: Disciplinas en conversación, a propósito de la exhibición Poderes visibles e invisibles en Hacienda La Trinidad Parque Cultural, el 5 de noviembre de 2016.

 


 

Acerca de la artista:

Érika Ordosgoitti es artista y gestora cultural. Realiza su trabajo a través de declaraciones de libertad, dando testimonios de actos de autonomía. Procura detonar situaciones de incomodidad moral desde el cuerpo, señalándolo como espacio social en pugna, lugar de resistencia y primer vehículo de emancipación y empoderamiento. En su obra se muestra la performance como la forma más abstracta y políglota de poesía, por lo que sus videos y fotografías están pensados alrededor de la acción. Hace uso de las redes sociales y de Internet como plataforma de distribución de la obra y estudia los mecanismos de censura que se manifiestan en la dinámica. Juega con el escándalo, el asco, la tensión, la aversión, la incomodidad, el choque, el desparpajo y la carcajada.

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