En este mismo instante hay un hombre que sufre,
un hombre torturado tan sólo por amar la libertad.
Ignoro dónde vive, qué lengua habla,
de qué color tiene la piel, cómo se llama,
pero en este mismo instante,
cuando tus ojos leen mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto de animal acosado,
mientras muerde sus labios para no denunciar a los amigos.
¿Oyes? (…)

José Agustín Goytisolo

 

El Helicoide, 18 de mayo de 2016. Luis Theis es recluido en la bestia de concreto y cabilla que reposa sobre la Roca Tarpeya, esperando despertar de una modernidad que no llegó. Tortura, violaciones y desapariciones duermen juntos en un espacio donde las drogas y la prostitución ya han sido huéspedes. Esta vez, el monstruo aloja temporalmente como un hotel aterrador a los detenidos de la marcha realizada en Caracas en apoyo al Referendo Revocatorio convocada por la Mesa de la Unidad Democrática, que tras una fuerte intervención de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y la aparición del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), dejó como resultado 44 detenidos a nivel nacional (14 de ellos en Caracas) que participaban en el acto opositor al gobierno; entre ellos, Luis Theis, artista plástico, diseñador gráfico e ilustrador graduado del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (IUESAPAR), una de las tantas casas de estudio intervenidas y extinguidas por el gobierno chavista.

 

Esperando ser juzgados por una justicia pervertida –esa que según Habermas pudo hacer fracasar a la mismísima modernidad–, por ocho días de inhumanidad el caso judicial del Luis Theis fue pospuesto, siendo imputado por tres delitos (asociación para delinquir, agavillamiento y daños materiales) junto a Jeremy Bastardo, Daniel Morales, Deivi Hernández, Richard Rondón y Jeison Araguache. Theis padeció, sufrió y esperó, y aunque desde el principio existieron pruebas de su inocencia, la justicia venezolana no cree en derechos humanos.

 

Sigmud Freud afirmó que la civilización está basada en la subyugación permanente de los instintos humanos, y los gobiernos, como históricos entes hegemónicos, se han encargado de ejercer a través del tiempo la represión como una fuerza antónima a la libertad –un concepto utópico presente en los deseos más profundos de la humanidad desde su origen, definido por Kant como la «facultad de iniciar por sí mismo una serie de cambios»–. Así, la libertad como un ente incorpóreo pero latente en la consciencia del hombre, le solicita expresarse a través de la necesidad primitiva que denominamos arte: cuestionando, discerniendo y construyendo planteamientos que se subleven ante un pensamiento único impuesto a un notorio porcentaje de venezolanos opositores a ello. Existe un amplio repertorio de propuestas que ponen en discusión el concepto de libertad aplicado a nuestro país, teniendo en cuenta la sentencia universal del “todo es relativo”.

 

En la América Latina contemporánea la represión de los regímenes hacia masas protestantes en desarrollo de sus derechos civiles ha creado una larga lista de mártires políticos que encuentra su epítome en la Venezuela de la Quinta República. El Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea) registró a mediados de 2015: «1.094 heridos y lesionados. Del total de heridos, 1.032 corresponde a las manifestaciones de diversa índole, sumado a 31 denuncias sobre amenazas y hostigamientos».

 

Los Jabones de la Patria. Armando Ruiz (2015)
Los Jabones de la Patria. Armando Ruiz (2015).

“Me le echan gas del bueno y me lo meten preso”, vociferaba en 2009 el difunto, exánime, finado y/o fallecido líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, ante una multitud que aclamaba su discurso colmado de rencor, envidia, ceguera y amenazas: ingredientes de la revolución con los que Armando Ruiz elabora Los Jabones de la Patria (2015), una serie articulada de coloridos tipos que materializan un discurso que encuentra en sí mismo sus errores, debilidades y contradicciones. Sirven también de motivo para el video Lectura Rítmica (2012) de Iván Candeo, quien exhibe la naturaleza equívoca de una ideología en un material visual desprovisto de audio, con un repertorio de gestos de un hablante que marca el ritmo de las palabras, enfatiza, pide atención y amenaza; complementado con un mensaje textual vacío, ilógico y un tanto delirante que en la realidad ha dado pie a un sinfín de actos violentos y represivos en el país.

 

 

Ante estos actos opresores, Érika Ordosgoitti encuentra en su cuerpo la autonomía que le permitirá ir en búsqueda de metáforas de libertad y, en la fuerza de su interpretación lírica, el arma deshegemonizadora con la que construirá una sólida obra que confronta la realidad desde los más profundos pensamientos del hombre contemporáneo. Asumiendo el arte como un compromiso social, la artista se asoma en las profundidades de los sucesos políticos del país, dejando de lado la vulnerabilidad de la desnudez y enfrentando la demagogia con la furia de una placa tectónica:

 

Fuerza. Collage Digital (2016)
Fuerza. Collage Digital (2016).

Tras la aprehensión de Theis, como si se tratase de una performance, Ordosgoitti asume el papel de productora, encabezando con su innata fuerza de líder la gestión de recopilar pruebas, difundirlas, informar y a su vez acompañar en el proceso judicial a la familia. Las redes sociales como medio masivo de comunicación jugaron un papel fundamental en la campaña de proliferación y divulgación de imágenes fotográficas, videos, capturas y distintos tipos de material audiovisual que demuestran la inocencia del artista detenido, juzgado por supuestas agresiones a una funcionaria policial. De manera viral las imágenes recorrieron las redes, siendo apropiadas por cientos de usuarios que intervienen digitalmente los archivos gráficos, donde el tráfico de los .jpg, su manejo y dominio, quedan a libre albedrío de los poseedores de perfiles virtuales.

 

 Collage realizado por usuarios a partir de fotografías encontradas en red.

Collage realizado por usuarios a partir de fotografías encontradas en red.

En esta acción performática no planificada se crea un nuevo referente de la una vez más pisoteada institución del arte venezolano: el logo de la antigua “Reverón”, hoy Universidad Experimental de las Artes (Unearte), se convierte en el símbolo de resistencia y descontento que identifica a una comunidad de artistas que no deja atrás su naturaleza de libertad, para la que no existen límites ni ataduras, un arte que, como la política, «nos concierne a todos, y nos arrastra a todos».

 

«En su brazo, un tatuaje como manifiesto de resistencia. Un tatuaje que habla de la violencia simbólica impuesta por la revolución a través del arbitrario ejercicio de borramiento de nuestra memoria y la destrucción de nuestra institucionalidad cultural». Leticia Argus.

 

Lingotes II. Déborah Castillo (2013).
Lingotes II. Deborah Castillo (2013).

Una bota militar como símbolo de opresión reaparece en la sección de sucesos de un noticiero imaginario, pues la represión se transmuta a otros aspectos de la vida cotidiana y la información veraz no existe en la televisión nacional. El poder –aplastante, corrupto y errante– pisotea como el T-Rex de Luis Poleo o los lingotes de Deborah Castillo, las luchas espontáneas y desiguales en defensa de la justicia, de los abusos, de la tolerancia, de la sensatez, de las libertades y de los derechos humanos vulnerados por décadas en el país.

 

Estatua T-Rextre. Luis Poleo (2014).
Estatua T-Rextre. Luis Poleo (2014).

Y mientras la lista de víctimas de la represión y la violencia parece crecer exponencialmente, el venezolano, como contenedor vacío de conocimiento histórico, se olvida fácilmente de los hechos: superpone recuerdos sobre recuerdos de su acontecer político, alojándolos en alguna recóndita parte de su memoria. Olvidamos la bala en la cabeza de Bassil Da Costa, olvidamos la huelga a muerte de Franklin Brito, olvidamos al ucevista desnudado por colectivos en la Ciudad Universitaria. Y sí, tal vez muchos de los pocos que se enteraron del caso de Luis Theis también lo olvidarán, pero quedará marcado en las futuras propuestas de un grupo de artistas que, sin planificarlo, crearon el símbolo de una rebelión que no exige más que libertad de elegir.

 

Hoy todos los venezolanos padecemos sufrimientos, injusticias y privaciones; tal cual un mártir en su definición más remota. Hoy somos libres, relativamente, pues las leyes físicas se transforman cuando se cambia el sistema de referencia: la libertad del venezolano promedio se supedita a la búsqueda de alimentos básicos, «bloqueando el desarrollo del ser en otras actividades», como metaforiza Margie Valdez en su performance Aquí buscando (2015), al unir a su cabeza una serie de productos que el venezolano ha convertido en objeto de deseo.

 

Aquí buscando. Performance: Margie Valdez. (2015)
Aquí buscando. Performance: Margie Valdez. (2015)

 

Desaparecidos. Juan Toro Diez (2015).
Desaparecidos. Juan Toro Diez (2015).

Y tratados como objetos de deseo, Juan Toro Diez en su serie Desaparecidos, inmortaliza en una imagen pop estas mercancías que permanecen casi tangibles en la memoria colectiva pero que dejaron de existir en los anaqueles de mercados nacionales. La exacerbada necesidad de alimentos se pervierte con la avaricia para dar lugar a robos, saqueos y linchamientos; esto es puesto en escena en una de las tomas de Detonaciones, la serie fotográfica de Violette Bulé que recrea un saqueo en la autopista Francisco Fajardo.

Detonaciones. Violette Bulé (2014).
Detonaciones. Violette Bulé (2014).

Y así, el anhelo y la incansable búsqueda de alimentos se convierte en el nuevo «pensamiento único» del venezolano, pobremente resuelto con operativos viciados de repartición de comida en los que prevalece el hambre y la angustia del no comer, tema desarrollado por Ordosgoitti en su videoperformance Hambre (2015), en el que de manera literal, el hambre está en su boca, como carne cruda e intragable. Pero, «¿para qué quiero libertad si tengo hambre?». ¡Qué relativo! ¡Qué cierto! ¡Qué paradójico!

 

Hambre. Érika Ordosgoitti (2015).
Hambre. Érika Ordosgoitti (2015).

Los venezolanos vivimos una libertad relativa, casi condicional, como esa que le dictaron a Luis Theis el 26 de mayo de 2016, donde un nuevo adjetivo se le adhiere a una libertad ya cuestionada. El Helicoide parece haber quedado atrás para los que seguimos como espectadores los sucesos que dentro de él ocurrieron, pero el eco de la tortura resuena aún en las entrañas de la Roca Tarpeya y en el recuerdo de los que dentro de la bestia han dormido injustamente, donde los otros cinco detenidos junto a Theis fueron condenados por lo que puede parecer toda una eternidad.

 

(…)
Un hombre solo  grita maniatado,
existe en algún sitio.
¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo.
Ahora,  en este mismo instante,
también a ti y a mí nos tienen maniatados.

José Agustín Goytisolo

 


*Acerca del autor
 
Manuel Vásquez-Ortega (1994). Estudiante de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes. Preparador de Historia Antigua y Medieval del Departamento de Materias Históricas y Humanistas de la FAD-ULA. Vicepresidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Arquitectura. Investigador independiente de la imagen del deterioro personificado en la construcción del «rancho» en Venezuela y cómo esta se expresa en diversos entornos del imaginario actual de la nación.
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