© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.
© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

Están demoliendo la ciudad

donde tanto viví,

donde al final, sin percatarme

los ojos se me unieron a sus piedras.

Están derrumbando sin tregua sus muros,

los camiones adentro del polvo

pasan y cargan,

se llevan ventanas, columnas, portones,

no cesan,

no hay nada que salve su caída,

los amigos crecieron, se mudaron, han muerto.

Se cae, se está cayendo sin espacio

y sin tiempo,

dentro y fuera de mí, por donde vaya,

adonde llegue.

Eugenio Montejo, “Están demoliendo la ciudad”

en Terredad (Caracas: Monte Ávila, 1978).

 

Pensar la identidad de las imágenes de Caracas, pareciera un ejercicio todavía ligado a la exaltación de lo bucólico: la idealización del paisaje, la majestuosidad del Ávila, el clima privilegiado y el vuelo de las guacamayas conforman la médula de la representación. Pero, ¿es realmente este el paisaje que se extiende y se hace ciudad? ¿Qué ocurre con la fachada urbana caraqueña que ahoga su contemplación?

 

A menudo encuentro en el escenario caraqueño cierta condena, como si se tratara de un lugar destinado a la transformación, a ser siempre nuevo, proyecto, ciudad en obra. La imagen de Caracas es un horizonte inconcluso. Lo que persiste como un sello en el imaginario del caraqueño, no es aún el horizonte urbano, sino el natural: el Ávila que enmarca la ciudad, un cielo de color y vivacidad, la flora en la esterilidad del asfalto. De los monumentos hechos por el hombre, pocos habitan de manera emblemática en el vínculo del ciudadano con su espacio. Quizás algo sobreviva en algún edificio de la Libertador, de Santa Mónica o de San Martín, en donde descanse algún rastro de aristocracia europea o modernización petrolera. ¿Será que entonces estamos hablando del paisaje de los rastros? ¿El paisaje de la memoria, el del olvido?

 

© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.
© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

Todas las ciudades son escenarios de cambio, variantes y movedizos, pero no todas son transitorias. Caracas, en cambio, es la ciudad de lo provisional: a lo largo de su extensión se reparten aleatoriamente grúas de construcción, maquinarias de demolición, avisos que piden disculpas por el cierre de una vía. Así, es común toparse con una obra o una reconstrucción que hacen de Caracas un lugar interrumpido, muchas veces intransitable. ¿Cómo se retrata una ciudad así? ¿Con qué imágenes se captura esa fugacidad? ¿Cómo puede el arte hacerse cargo de esa ausencia, que es también una búsqueda?

 

Dice Tarkovski que una imagen es bella cuando radica en la verdad de la vida, cuando es recogida por el artista y configurada con sinceridad plena. Así, la tarea del artista supone una tendencia a la sencillez, ligada al oficio responsable de reflejar con honestidad percepciones de la realidad.

 

Asimismo, dice Sontag que tomar una fotografía, al igual que cazar, supone una labor de observación a través de un visor en espera del momento propicio para capturar la imagen, para obtener la presa. ¿Con cuánto detenimiento tendríamos que observar Caracas para darnos cuenta de que su pasado no sobrevive en sus imágenes? ¿Cuánta atención habría que poner para reconocer el cambio que se avecina? Buscar esas imágenes en su contexto natural, sencillas y lejanas a toda vanidad, sería cuestión de recorrer alguna de estas calles y ver el horizonte plagado de grúas vivientes que se mueven en distintas direcciones. Hay tanto que está por construirse.

 

© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.
© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

Pero, pese a sus tantas mutaciones, en Caracas no se contempla el decorado del progreso, mucho menos el paisaje de chaguaramos y techos rojos que tanto ha marcado la añoranza del ciudadano. Caracas es, en palabras de Cabrujas, mientras tanto y por si acaso, esa arquitectura fugaz que no ha logrado acompañar a una generación.

 

Existe una rutina de demoler para construir que pareciera haberse convertido en necesidad. Una nueva generación, nacida después de la destrucción, no cuenta con la memoria para reconstruir el pasado, no alcanzó a conocer lo que poetas como Liscano, Montejo y Cabrujas perdían. Somos nosotros los hijos del desplome. Y es esa idea, prístina en Cabrujas, sobre la demolición como nuestro principal sentido arquitectónico, la que estructura la sintaxis de los días en una ciudad monstruosamente heracliteana, cuya única certeza es el cambio.

 

© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.
© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

Esa dinámica demoledora y eternamente cambiante, obliga al caraqueño a ser, más que un ciudadano, un testigo de sus transformaciones, y en ese sentido un extranjero en su propia ciudad. Mientras no haya permanencia, los habitantes de la ciudad la contemplaremos de la misma manera que lo haría un viajero, un agente foráneo, un extraño. Siempre existirá la posibilidad de la sorpresa: recorrer a menudo el mismo camino y que un día aparezca una grúa, que otro desaparezca un edificio, que una construcción avance mucho en poco tiempo y de repente ocupe un espacio antes deshabitado. No en vano escribió Liscano:

 

La ciudad natal se acabó.

Los nacidos antes de la destrucción

se miraban desvalidos, entre las nuevas edificaciones.

Había quienes preguntaban por el país,

otros por los corrales, otros por las alcobas,

algunos confundían las torres nuevas

con las construcciones del crepúsculo

miradas, ayer, desde las azoteas y jardines.

(…)

domicilios perdidos, ciudad familiar

que creíamos duradera, desaparecida

en la flor de la edad,

ya en las esquinas no se miran los puntos cardinales ni la montaña

(…)

-Tu identidad son números…

-fechas, partidas, pasaportes…

-cifras computadas, cédulas…

-No existes, hace tiempo.

Juan Liscano. Obra poética completa (1939-1999).

Caracas: Fundación para Cultura Urbana, 2007.

 

© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

Esta ciudad sobrevive, especialmente, en los recuerdos que sus habitantes tienen de ella. Aunque a veces su pasado se asoma en algún monumento olvidado que persiste como una ruina antigua, como un rastro de otro tiempo, los espacios desaparecen y la fachada cambia a diario. El vínculo con Caracas permanece únicamente a través de la memoria. Quienes se han ido encontrarán a su regreso poco de lo que en ella dejaron. Sobre ello apunta Cabrujas: la ciudad existía sólo en la medida de un testimonio, que vanamente intentaba explicar. Caracas es un recuerdo.

 

Todo esto, que pareciera formar parte de cierta modernización, ha impedido un apego suficiente que le permita a la ciudad perpetuarse en el imaginario de sus habitantes por su paisaje urbano, por su arquitectura y no solo por las vivencias que tienen en ella. Quizás por eso la demolición resulta tan tentadora, probablemente funcione como la esperanza de la construcción de una ciudad en donde no permanezca solo el Ávila.

 

Seguir adorando el decorado de la vegetación ya no parece suficiente. La certeza de que detrás de la montaña se encuentran “las mejores playas”, ya no parece suficiente. El horizonte plagado de “las mujeres más hermosas del mundo”, ya no parece suficiente. Esa no es la ciudad que habitamos, y tampoco es ya la ciudad que nos habita.

 

Vivimos en el paisaje de lo efímero. La fachada no es lo único que muta diariamente: en Caracas se contempla un paisaje humano de colas que se alargan y desaparecen hasta volver a aparecer, tal y como sucede con los edificios. Esta es una ciudad intransitable e irreconocible que no está terminada, está siendo demolida. Esa idea de destrucción deliberada y provisionalidad obligatoria, de ciudad-catástrofe, es la que hoy determina nuestro paisaje.

 

© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.
© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

 

Referencias

Montejo, Eugenio. Terredad. Caracas: Monte Ávila, 1978.

Liscano, Juan. Obra poética completa (1939-1999). Caracas: Fundación para Cultura Urbana, 2007.

Cabrujas, José Ignacio.”La ciudad escondida” en Caracas. Caracas: Fundación Polar/Oscar Todtmann Editores, 1988.

Tarkovski, Andrei.  Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el arte, la estética y lo poético en el cine. Madrid: Ediciones RIALP. 2002.

Sontag, Susan. Sobre la fotografía. México D.F: Alfaguara, 2006.


 

Acerca de la autora:

Mariana Álvarez (Caracas, 1991). Licenciada en Artes por la Universidad Central de Venezuela donde cursó la mención de Cinematografía, siendo Mientras tanto y por si acaso (2014) su proyecto especial de grado, con el cual obtuvo Mención Honorífica con Recomendación a Publicación. Durante varios años ha trabajado en el área de producción de comerciales para cine y televisión. Actualmente se desempeña como docente de Historia del arte y asistente de dirección de cortometrajes.

 

© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.
© Fotograma del cortometraje “Mientras tanto y por si acaso” de Mariana Álvarez. Fotografía de Alejandra Bemporad y Ranier Bisarini.

#Tesis es la sección de Backroom Caracas que le da la bienvenida a trabajos de investigación resumidos de estudiantes universitarios aún en curso o graduados.

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