© Deborah Castillo
© Deborah Castillo.

 

Lamezuela 2

 

La bota obedece órdenes. La bota quiere desaparecer las protestas hasta quedar prohibidas. La bota lamida se doma desde abajo. ¿Quién, entonces, de las dos partes, queda sometida?

 

Las oraciones del párrafo anterior parecen la extraña transcripción de una fórmula matemática porque es, como el mismo lenguaje, una estrategia de acción y pensamiento. La hipótesis me llegó ayer con la imagen de un esténcil a mi celular. Deborah Castillo y Érika Ordosgoitti habían pasado la noche del sábado preparando el molde de Lamezuela. El plan era imprimirlo en el epicentro de las protestas estudiantiles al día siguiente. «Vamos a obrar desde el arte», me puso, «ardo». Salté de mi silla y quedé en juntarme con ellas porque el ardor era compartido y quería registrar la acción. No aguantaba más ir de Twitter a Facebook, de transmisión casera de algún vecino de Chacao a especulaciones en medios clandestinos, de rumores a llamadas y silencio. Incisivo silencio con la talla de temores. Vacío que provocaba salir a la acera de la casa en busca de respuestas. ¿Cómo está la cosa? ¿Qué es lo que quieren estos chamos? Pues un país vivible para no pegar la carrera. Lo que se están jugando estos jóvenes es un asunto de libertades y el arte no está sordo. Nos fuimos a la calle.

 

Érika Ordos

 

Érika Ordos
Érika Ordosgoitti.

 

Me uní a la acción Lamezuela. Deborah Castillo, Érika Ordosgoitti, Rosa Chávez y yo nos encontramos en la Plaza Altamira. Ellas ya habían recorrido algunas calles con el esténcil. Unos grafiteros tenían la copia. Aceras, calles, señales de tránsito, murales roídos, paredes descarnadas, entramados, huecos (como la misma búsqueda de sentido) fueron la diana. Los protestantes se detenían a leer, los muchachos le decían a los motorizados “no lo pises”. La gente protegía la estampa fresca de la acusación de Lamezuela: estamos reprimidos.

 

Lamezuela 5

 

Lamezuela 6

 

Lamezuela 7

 

Las reacciones de los transeúntes eran eso: detenimiento. No es una imagen fácil de leer: es una mujer atada y arrodillada lamiendo la bota de un soldado. Noté unos cuantos asombros porque la verdad estaba expuesta ahí, con la lengua afuera y no precisamente burlándose de nosotros sino estallando la metáfora de la sumisión desde lo político, lo social y lo sexual.

 

Tuvimos que salir corriendo dos veces en estampida. Deborah corría con el esténcil húmedo, Érika con los marcadores que usaba para escribir en perfecta Palmer «Lamezuela Venezuela», Rosa con el cargamento de pintura. Centenares de jóvenes detrás de nosotros venían desde la entrada a la autopista Francisco Fajardo. Obedeces al instinto de escapar por tu vida. A nosotras nos tocó dos falsas alarmas, pero fueron suficientes para quitarnos el sueño. Decidimos irnos cuando las señoras y las familias iban en retirada y llegaban los estudiantes con su combo de vinagre, Maalox y arrechera.

 

Lamezuela 8

 

Lamezuela 9

 

La valentía tiene pocos años de vida. Sentimos, frente a la barricada de los guardias, cómo se iba poniendo el ambiente cada vez más tenso. Ahí quedaron los más jóvenes, en una espera pero contenidos. No vi provocaciones ni comportamiento de violencia. Vi a muchachos mirando a los guardias a la cara casi retándolos con el pestañeo. Al regreso, Deborah, Érika y Rosa seguían dándole spray a Lamezuela. Veían un marco potencial para el mensaje por todos lados.

 

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Deborah Castillo por Érika Ordosgoitti.

La bota obedece órdenes. La bota desaparece las protestas hasta prohibirlas. La bota se doma desde abajo con lamidos. ¿Quién, entonces, de las dos partes, queda sometida? El gobierno no ejerce la represión porque tiene miedo, sino para afianzar su autoritarismo.

 

Vencerá el que sigue más fuertemente su deseo.

 

Lamezuela 12

 

Natasha Tiniacos para BACKROOMCaracas.
Natasha Tiniacos for Backroom Caracas.
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